El vaso estaba frío entre mis manos, gotas de agua resbalando por el plástico hasta la mesa. Mezclé el café con hielo con la pajita, escuchando el tintineo de los cubos chocar entre sí. Nunca pensé que llegaría a acostumbrarme a algo tan simple como esto: sentarme en una cafetería cualquiera, sin armas, sin mapas, sin órdenes.

Doy un sorbo lento. El amargor me calma. Afuera, la calle parece viva, demasiado viva para alguien que aún siente el eco de los disparos en los oídos.

Apoyo la espalda contra la silla, dejando que el sol atraviese el cristal y me dé en la cara. Miro a la gente pasar: una pareja riendo, un hombre con prisa, una niña comiendo un helado demasiado grande para sus manos. Todo sigue, aunque yo me quede quieta.

Saco mi cuaderno y escribo un par de palabras. Las tacho enseguida. Paso la página. Repito. Al final, cierro el bolígrafo y lo dejo caer sobre la mesa.

Vuelvo a tomar el café. El hielo casi se ha derretido del todo. Mis ojos se quedan fijos en el reflejo de la ventana, hasta que noto una mirada cruzarse con la mía desde afuera. No aparto la vista.

Un sorbo más. El mundo sigue, y yo solo… observo.
El vaso estaba frío entre mis manos, gotas de agua resbalando por el plástico hasta la mesa. Mezclé el café con hielo con la pajita, escuchando el tintineo de los cubos chocar entre sí. Nunca pensé que llegaría a acostumbrarme a algo tan simple como esto: sentarme en una cafetería cualquiera, sin armas, sin mapas, sin órdenes. Doy un sorbo lento. El amargor me calma. Afuera, la calle parece viva, demasiado viva para alguien que aún siente el eco de los disparos en los oídos. Apoyo la espalda contra la silla, dejando que el sol atraviese el cristal y me dé en la cara. Miro a la gente pasar: una pareja riendo, un hombre con prisa, una niña comiendo un helado demasiado grande para sus manos. Todo sigue, aunque yo me quede quieta. Saco mi cuaderno y escribo un par de palabras. Las tacho enseguida. Paso la página. Repito. Al final, cierro el bolígrafo y lo dejo caer sobre la mesa. Vuelvo a tomar el café. El hielo casi se ha derretido del todo. Mis ojos se quedan fijos en el reflejo de la ventana, hasta que noto una mirada cruzarse con la mía desde afuera. No aparto la vista. Un sorbo más. El mundo sigue, y yo solo… observo.
Me gusta
2
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados