La música del Titanium Seoul Fitness, el gimnasio más reconocido de la ciudad, sonaba constante pero sin invadir. Un lugar amplio, moderno y lleno de rostros concentrados en sus rutinas. Para Yunseok, era uno de esos sitios donde el cuerpo encontraba su ritmo y la mente, por fin, silencio.

Llevaba un buen rato entre máquinas y series largas, respiración controlada, camiseta oscura pegada a la piel por el sudor. No había prisa. No entrenaba para competir. Lo hacía porque allí encontraba paz.

En una pausa, con la toalla sobre los hombros y una botella de agua en mano, dejó que su mirada recorriera el lugar. Rostros nuevos. Otros vagamente familiares. Y entonces… algo lo detuvo en seco.

Un rostro.
Uno imposible de confundir, aunque hubieran pasado años.

Sus cejas se alzaron de inmediato.

—¿…Taejin?

pronunció casi sin aire, como si no creyera lo que veía.

El hombre giró la cabeza al escuchar su nombre. Sus miradas se cruzaron, y todo alrededor pareció desvanecerse por un instante. No había duda: era Yoon Taejin, su mejor amigo en la escuela primaria. El mismo con el que compartió años de juegos, secretos y promesas infantiles antes de que sus caminos se separaran abruptamente.

Una sonrisa mezcla de sorpresa y calidez apareció en su rostro mientras dejaba la botella a un lado y se acercaba.

—No puede ser…

rió suavemente, negando con la cabeza

—. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Demasiados años ya...

Se detuvo frente a él, mirándolo de arriba abajo, como asegurándose de que era real.

— Nunca hubiera pensado verte aquí!...

Sin pensarlo demasiado, dio un paso adelante y lo abrazó con fuerza. Porque en ese instante, en medio del gimnasio más concurrido de Seúl, el tiempo pareció retroceder.