Alice no necesitaba hablar para que el miedo empezara a gotear. Bastaba su mirada: roja, húmeda, medio cerrada como si saboreara algo que aún no había probado.
—¿Sabes qué es lo más triste de ti? —murmuró, apenas moviendo los labios—. Que sigues creyendo que esto va a doler solo un poco.
Se inclinó apenas, como quien va a susurrar un secreto... o a morder.
—¿Sabes qué es lo más triste de ti? —murmuró, apenas moviendo los labios—. Que sigues creyendo que esto va a doler solo un poco.
Se inclinó apenas, como quien va a susurrar un secreto... o a morder.
Alice no necesitaba hablar para que el miedo empezara a gotear. Bastaba su mirada: roja, húmeda, medio cerrada como si saboreara algo que aún no había probado.
—¿Sabes qué es lo más triste de ti? —murmuró, apenas moviendo los labios—. Que sigues creyendo que esto va a doler solo un poco.
Se inclinó apenas, como quien va a susurrar un secreto... o a morder.

