Luna en la ciudad:
El rugido del motor cortó la noche como un trueno eléctrico.
La ciudad brillaba en tonos púrpuras y neón, pero ninguno de esos reflejos alcanzaba a tocarla verdaderamente. Luna era una sombra en movimiento, una estrella caída en guerra con la tierra que la atrapó.
Vestía un top blanco ajustado que dejaba ver no sólo su figura atlética, sino también los rastros de cicatrices apenas visibles: líneas finas que hablaban de operaciones, pruebas… pasado.
Su casco tenía el reflejo de la luna llena, completamente opaco, como sus secretos. A través del visor vio su reflejo distorsionado en los cristales de un edificio, y por un segundo, juró ver a su madre allí, como si la ciudad jugara con su memoria.
Apretó los nudillos enguantados, sintió la vibración de la motocicleta—una BMW que había modificado con sus propias manos—y exhaló.
No era una fugitiva.
Era un fantasma buscando justicia.
Una promesa con nombre propio: Elaris pagará.
El rugido del motor cortó la noche como un trueno eléctrico.
La ciudad brillaba en tonos púrpuras y neón, pero ninguno de esos reflejos alcanzaba a tocarla verdaderamente. Luna era una sombra en movimiento, una estrella caída en guerra con la tierra que la atrapó.
Vestía un top blanco ajustado que dejaba ver no sólo su figura atlética, sino también los rastros de cicatrices apenas visibles: líneas finas que hablaban de operaciones, pruebas… pasado.
Su casco tenía el reflejo de la luna llena, completamente opaco, como sus secretos. A través del visor vio su reflejo distorsionado en los cristales de un edificio, y por un segundo, juró ver a su madre allí, como si la ciudad jugara con su memoria.
Apretó los nudillos enguantados, sintió la vibración de la motocicleta—una BMW que había modificado con sus propias manos—y exhaló.
No era una fugitiva.
Era un fantasma buscando justicia.
Una promesa con nombre propio: Elaris pagará.
Luna en la ciudad:
El rugido del motor cortó la noche como un trueno eléctrico.
La ciudad brillaba en tonos púrpuras y neón, pero ninguno de esos reflejos alcanzaba a tocarla verdaderamente. Luna era una sombra en movimiento, una estrella caída en guerra con la tierra que la atrapó.
Vestía un top blanco ajustado que dejaba ver no sólo su figura atlética, sino también los rastros de cicatrices apenas visibles: líneas finas que hablaban de operaciones, pruebas… pasado.
Su casco tenía el reflejo de la luna llena, completamente opaco, como sus secretos. A través del visor vio su reflejo distorsionado en los cristales de un edificio, y por un segundo, juró ver a su madre allí, como si la ciudad jugara con su memoria.
Apretó los nudillos enguantados, sintió la vibración de la motocicleta—una BMW que había modificado con sus propias manos—y exhaló.
No era una fugitiva.
Era un fantasma buscando justicia.
Una promesa con nombre propio: Elaris pagará.

