Petunia Evans jamás olvidaría aquel instante en que su nombre resonó por todo el Gran Comedor.

Las conversaciones se silenciaron al instante, como si el aire mismo contuviera el aliento. Nadie lo dijo en voz alta, pero todos lo pensaron: ¿Petunia Evans? ¿No era la hermana de la brillante Lily? ¿La que siempre parecía fuera de lugar en las historias de magia?

Pero ahí estaba, avanzando con una gracia inesperada, el cabello rubio ceniza cayendo en ondas sobre sus hombros, los labios apenas curvados en una sonrisa discreta y segura. Sus ojos, tan distintos a los de Lily, no brillaban con inocencia, sino con inteligencia aguda y una calma casi inquietante. Vestía de manera pulcra, con un toque de coquetería minimalista, como si hubiera venido preparada para ser vista.

El sombrero apenas rozó su cabeza cuando murmuró:

—Vaya... interesante. Inteligente, sí, muy... Aguda. Pero también ambiciosa, determinada, con un filo interno que podría brillar en Slytherin...

Ella apretó los labios. No suplicó. No deseó. Solo esperó.

Después de unos segundos de suspenso tenso, el sombrero gritó:

—¡RAVENCLAW!

La mesa de los sabios estalló en aplausos tímidos, algo sorprendidos. Los murmullos persistieron, como un eco que no sabía apagarse. Petunia caminó hasta su nueva casa con pasos elegantes, dejando que las miradas le resbalaran por la piel. Sentía la de Lily ardiendo desde Gryffindor, mezcla de alivio y orgullo.

Pero también supo, desde ese momento, que su historia sería distinta. Petunia sabía desde eae instante que no sería la sombra de su hermana, sería algo mucho más complicado. Algo que aún estaba por escribirse y eso le encantaba.
Petunia Evans jamás olvidaría aquel instante en que su nombre resonó por todo el Gran Comedor. Las conversaciones se silenciaron al instante, como si el aire mismo contuviera el aliento. Nadie lo dijo en voz alta, pero todos lo pensaron: ¿Petunia Evans? ¿No era la hermana de la brillante Lily? ¿La que siempre parecía fuera de lugar en las historias de magia? Pero ahí estaba, avanzando con una gracia inesperada, el cabello rubio ceniza cayendo en ondas sobre sus hombros, los labios apenas curvados en una sonrisa discreta y segura. Sus ojos, tan distintos a los de Lily, no brillaban con inocencia, sino con inteligencia aguda y una calma casi inquietante. Vestía de manera pulcra, con un toque de coquetería minimalista, como si hubiera venido preparada para ser vista. El sombrero apenas rozó su cabeza cuando murmuró: —Vaya... interesante. Inteligente, sí, muy... Aguda. Pero también ambiciosa, determinada, con un filo interno que podría brillar en Slytherin... Ella apretó los labios. No suplicó. No deseó. Solo esperó. Después de unos segundos de suspenso tenso, el sombrero gritó: —¡RAVENCLAW! La mesa de los sabios estalló en aplausos tímidos, algo sorprendidos. Los murmullos persistieron, como un eco que no sabía apagarse. Petunia caminó hasta su nueva casa con pasos elegantes, dejando que las miradas le resbalaran por la piel. Sentía la de Lily ardiendo desde Gryffindor, mezcla de alivio y orgullo. Pero también supo, desde ese momento, que su historia sería distinta. Petunia sabía desde eae instante que no sería la sombra de su hermana, sería algo mucho más complicado. Algo que aún estaba por escribirse y eso le encantaba.
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