Tenlo en cuenta al responder.
El despertar de la sangre Ishtar.
El suelo temblaba bajo la presión de una presencia. Akane jadeaba. Su forma Oni Lunar había consumido casi todo lo que tenía, y aun así, no era suficiente. Los músculos quemaban, la energía se dispersaba, y cada fibra de su ser sentía el sello que bloqueaba su evolución total.
Frente a ella, su rival permanecía en las sombras, sin nombre ni rostro revelado. Pero su poder era palpable… cercano al de Azuka, su hermana. Solo que a diferencia de Azuka, este enemigo no contenía su fuerza. No respetaba el vínculo. Este quería destruirla.
El ataque vino sin aviso, una ráfaga que cortó el aire. Akane no contraatacó. Solo desvió, apenas un giro de muñeca, lo justo para no morir.
"¿Parry?" -Se burló la figura desde la penumbra, con una voz antigua.
Akane sonrió, sus labios ensangrentados y el aliento agitado.
"Ahora es mi estilo". -Respondió con tono burlesco, como si cada segundo ganado fuera una pequeña victoria.
La figura volvió a avanzar, implacable, cada paso retumbando como si el mundo se hundiera bajo su peso.
"Ese juego que estás jugando…" -Murmuró- "¿Es suicidio?"
Akane se alzó sobre sus pies tambaleantes, con la mirada encendida y una chispa de ironía en los ojos.
"Tal vez... pero me importa un carajo".
El ser alzó su mano, y el entorno pareció reaccionar: grietas en el suelo, electricidad en el aire.
"Entonces hazlo, hazlo. Aún no es suficiente para vencerme".
"Todavía no he perdido". -Respondió ella con firmeza, como quien está dispuesta a caer mil veces con tal de dar un paso más.
En ese momento, no se escuchó ningún ataque, ningún rugido. Solo el silencio y un sonido suave: clink. Dos grilletes metálicos aparecieron en sus muñecas. Pero no pesaban. No la ataban. Eran símbolo, no prisión.
Akane los miró. Sabía lo que representaban: su propio límite. El sello que había contenido su verdadero poder. Y uno a uno… comenzaron a romperse.
Los fragmentos brillaron antes de tocar el suelo, desintegrándose en polvo azul.
Desde sus manos, luego su rostro, marcas comenzaron a brillar. Runas antiguas, como cicatrices de poder. La luna, antes oculta por las nubes de la batalla, emergió limpia, clara, como si también estuviera esperando ese momento.
Akane alzó su vista hacia el enemigo. Ya no tenía miedo. Ya no estaba sellada. Ahora sí. Era suficiente.
Su cabello azul resplandece con intensidad, y aunque su cuerpo parece humano, sobresalen garras y una cola dracónica hechas completamente de energía luminosa, azul brillante, casi líquida en su movimiento. Estas manifestaciones no son parte de una transformación física, sino el reflejo visual de lo que habita oculto en su interior: un poder ancestral que aún duerme, pero ha comenzado a filtrarse más allá de sus límites. Cada destello de esas extremidades energéticas es un susurro de la criatura que podría despertar, un aviso de que Akane está más cerca que nunca de romper su sello final.
El suelo temblaba bajo la presión de una presencia. Akane jadeaba. Su forma Oni Lunar había consumido casi todo lo que tenía, y aun así, no era suficiente. Los músculos quemaban, la energía se dispersaba, y cada fibra de su ser sentía el sello que bloqueaba su evolución total.
Frente a ella, su rival permanecía en las sombras, sin nombre ni rostro revelado. Pero su poder era palpable… cercano al de Azuka, su hermana. Solo que a diferencia de Azuka, este enemigo no contenía su fuerza. No respetaba el vínculo. Este quería destruirla.
El ataque vino sin aviso, una ráfaga que cortó el aire. Akane no contraatacó. Solo desvió, apenas un giro de muñeca, lo justo para no morir.
"¿Parry?" -Se burló la figura desde la penumbra, con una voz antigua.
Akane sonrió, sus labios ensangrentados y el aliento agitado.
"Ahora es mi estilo". -Respondió con tono burlesco, como si cada segundo ganado fuera una pequeña victoria.
La figura volvió a avanzar, implacable, cada paso retumbando como si el mundo se hundiera bajo su peso.
"Ese juego que estás jugando…" -Murmuró- "¿Es suicidio?"
Akane se alzó sobre sus pies tambaleantes, con la mirada encendida y una chispa de ironía en los ojos.
"Tal vez... pero me importa un carajo".
El ser alzó su mano, y el entorno pareció reaccionar: grietas en el suelo, electricidad en el aire.
"Entonces hazlo, hazlo. Aún no es suficiente para vencerme".
"Todavía no he perdido". -Respondió ella con firmeza, como quien está dispuesta a caer mil veces con tal de dar un paso más.
En ese momento, no se escuchó ningún ataque, ningún rugido. Solo el silencio y un sonido suave: clink. Dos grilletes metálicos aparecieron en sus muñecas. Pero no pesaban. No la ataban. Eran símbolo, no prisión.
Akane los miró. Sabía lo que representaban: su propio límite. El sello que había contenido su verdadero poder. Y uno a uno… comenzaron a romperse.
Los fragmentos brillaron antes de tocar el suelo, desintegrándose en polvo azul.
Desde sus manos, luego su rostro, marcas comenzaron a brillar. Runas antiguas, como cicatrices de poder. La luna, antes oculta por las nubes de la batalla, emergió limpia, clara, como si también estuviera esperando ese momento.
Akane alzó su vista hacia el enemigo. Ya no tenía miedo. Ya no estaba sellada. Ahora sí. Era suficiente.
Su cabello azul resplandece con intensidad, y aunque su cuerpo parece humano, sobresalen garras y una cola dracónica hechas completamente de energía luminosa, azul brillante, casi líquida en su movimiento. Estas manifestaciones no son parte de una transformación física, sino el reflejo visual de lo que habita oculto en su interior: un poder ancestral que aún duerme, pero ha comenzado a filtrarse más allá de sus límites. Cada destello de esas extremidades energéticas es un susurro de la criatura que podría despertar, un aviso de que Akane está más cerca que nunca de romper su sello final.
El despertar de la sangre Ishtar.
El suelo temblaba bajo la presión de una presencia. Akane jadeaba. Su forma Oni Lunar había consumido casi todo lo que tenía, y aun así, no era suficiente. Los músculos quemaban, la energía se dispersaba, y cada fibra de su ser sentía el sello que bloqueaba su evolución total.
Frente a ella, su rival permanecía en las sombras, sin nombre ni rostro revelado. Pero su poder era palpable… cercano al de Azuka, su hermana. Solo que a diferencia de Azuka, este enemigo no contenía su fuerza. No respetaba el vínculo. Este quería destruirla.
El ataque vino sin aviso, una ráfaga que cortó el aire. Akane no contraatacó. Solo desvió, apenas un giro de muñeca, lo justo para no morir.
"¿Parry?" -Se burló la figura desde la penumbra, con una voz antigua.
Akane sonrió, sus labios ensangrentados y el aliento agitado.
"Ahora es mi estilo". -Respondió con tono burlesco, como si cada segundo ganado fuera una pequeña victoria.
La figura volvió a avanzar, implacable, cada paso retumbando como si el mundo se hundiera bajo su peso.
"Ese juego que estás jugando…" -Murmuró- "¿Es suicidio?"
Akane se alzó sobre sus pies tambaleantes, con la mirada encendida y una chispa de ironía en los ojos.
"Tal vez... pero me importa un carajo".
El ser alzó su mano, y el entorno pareció reaccionar: grietas en el suelo, electricidad en el aire.
"Entonces hazlo, hazlo. Aún no es suficiente para vencerme".
"Todavía no he perdido". -Respondió ella con firmeza, como quien está dispuesta a caer mil veces con tal de dar un paso más.
En ese momento, no se escuchó ningún ataque, ningún rugido. Solo el silencio y un sonido suave: clink. Dos grilletes metálicos aparecieron en sus muñecas. Pero no pesaban. No la ataban. Eran símbolo, no prisión.
Akane los miró. Sabía lo que representaban: su propio límite. El sello que había contenido su verdadero poder. Y uno a uno… comenzaron a romperse.
Los fragmentos brillaron antes de tocar el suelo, desintegrándose en polvo azul.
Desde sus manos, luego su rostro, marcas comenzaron a brillar. Runas antiguas, como cicatrices de poder. La luna, antes oculta por las nubes de la batalla, emergió limpia, clara, como si también estuviera esperando ese momento.
Akane alzó su vista hacia el enemigo. Ya no tenía miedo. Ya no estaba sellada. Ahora sí. Era suficiente.
Su cabello azul resplandece con intensidad, y aunque su cuerpo parece humano, sobresalen garras y una cola dracónica hechas completamente de energía luminosa, azul brillante, casi líquida en su movimiento. Estas manifestaciones no son parte de una transformación física, sino el reflejo visual de lo que habita oculto en su interior: un poder ancestral que aún duerme, pero ha comenzado a filtrarse más allá de sus límites. Cada destello de esas extremidades energéticas es un susurro de la criatura que podría despertar, un aviso de que Akane está más cerca que nunca de romper su sello final.

