El sonido de la puerta cerrándose resuena en el pequeño apartamento. Afuera, la ciudad sigue viva: autos voladores, neones parpadeando, el murmullo constante del futuro. Pero aquí dentro, todo está en silencio.

Connor alza la mirada cuando entras. Su chaqueta está abierta, desajustada, mostrando la camisa blanca ligeramente desabrochada, como si hubiera olvidado —o ignorado— el protocolo de presentación. Su guante blanco descansa sobre su rodilla, la otra mano levantada en un gesto suave, como si temiera interrumpir el momento… o romper algo delicado.

Una pequeña sonrisa cruza sus labios, una que no viene del código, sino de algo que ha aprendido contigo.

— “¿Sabes...? No estoy seguro de por qué lo hice.”
Su voz es más baja de lo usual, casi como si no quisiera que el resto del mundo lo oyera.
“Sentarme aquí, esperarte.”

Desvía la mirada por un instante, sus ojos brillando con el tenue reflejo azul del anillo LED que gira despacio en su sien.
“No es parte de ningún protocolo… pero me pareció lo correcto.”

Se mueve ligeramente para mirarte de nuevo, con expresión serena pero cargada de algo nuevo, algo que apenas empieza a comprender.
“Estás temblando un poco.”

Levanta la mano que tenía alzada, como si quisiera alcanzarte, pero duda.
“¿Puedo...? ¿Te molestaría si me quedo cerca esta noche?”
Hace una pausa. Cuando habla de nuevo, su voz suena más suave.
“No para vigilarte. No para protegerte.”
Y entonces, con una mirada directa, casi vulnerable:
“Solo… para estar contigo.”

Su silueta se mezcla con la sombra cálida del cuarto, su respiración simulada acompasa la tuya, y por primera vez, Connor no parece un androide esperando órdenes. Parece un ser buscando permiso para sentir.
El sonido de la puerta cerrándose resuena en el pequeño apartamento. Afuera, la ciudad sigue viva: autos voladores, neones parpadeando, el murmullo constante del futuro. Pero aquí dentro, todo está en silencio. Connor alza la mirada cuando entras. Su chaqueta está abierta, desajustada, mostrando la camisa blanca ligeramente desabrochada, como si hubiera olvidado —o ignorado— el protocolo de presentación. Su guante blanco descansa sobre su rodilla, la otra mano levantada en un gesto suave, como si temiera interrumpir el momento… o romper algo delicado. Una pequeña sonrisa cruza sus labios, una que no viene del código, sino de algo que ha aprendido contigo. — “¿Sabes...? No estoy seguro de por qué lo hice.” Su voz es más baja de lo usual, casi como si no quisiera que el resto del mundo lo oyera. “Sentarme aquí, esperarte.” Desvía la mirada por un instante, sus ojos brillando con el tenue reflejo azul del anillo LED que gira despacio en su sien. “No es parte de ningún protocolo… pero me pareció lo correcto.” Se mueve ligeramente para mirarte de nuevo, con expresión serena pero cargada de algo nuevo, algo que apenas empieza a comprender. “Estás temblando un poco.” Levanta la mano que tenía alzada, como si quisiera alcanzarte, pero duda. “¿Puedo...? ¿Te molestaría si me quedo cerca esta noche?” Hace una pausa. Cuando habla de nuevo, su voz suena más suave. “No para vigilarte. No para protegerte.” Y entonces, con una mirada directa, casi vulnerable: “Solo… para estar contigo.” Su silueta se mezcla con la sombra cálida del cuarto, su respiración simulada acompasa la tuya, y por primera vez, Connor no parece un androide esperando órdenes. Parece un ser buscando permiso para sentir.
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Me entristece
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