La cámara va colgada al cuello, pero la sostengo con una mano.
Frente a una panadería, una mujer mayor barre la acera con movimientos lentos. Se detiene un segundo, se apoya en el palo de la escoba y mira al cielo, como si buscara algo.
Disparo.
No me mira. No me ve.
Sigo caminando. Un niño se agacha junto a un charco y moja las zapatillas sin darse cuenta. El padre lo llama desde lejos, molesto. El niño sonríe igual.
Disparo de nuevo.
No sé si esas fotos las voy a usar. Tal vez no. Tal vez solo las guarde.
Pero algo en mí se calma cada vez que escucho el clic del obturador.
Es como si el mundo, por un segundo, se detuviera donde tiene que estar.
Frente a una panadería, una mujer mayor barre la acera con movimientos lentos. Se detiene un segundo, se apoya en el palo de la escoba y mira al cielo, como si buscara algo.
Disparo.
No me mira. No me ve.
Sigo caminando. Un niño se agacha junto a un charco y moja las zapatillas sin darse cuenta. El padre lo llama desde lejos, molesto. El niño sonríe igual.
Disparo de nuevo.
No sé si esas fotos las voy a usar. Tal vez no. Tal vez solo las guarde.
Pero algo en mí se calma cada vez que escucho el clic del obturador.
Es como si el mundo, por un segundo, se detuviera donde tiene que estar.
La cámara va colgada al cuello, pero la sostengo con una mano.
Frente a una panadería, una mujer mayor barre la acera con movimientos lentos. Se detiene un segundo, se apoya en el palo de la escoba y mira al cielo, como si buscara algo.
Disparo.
No me mira. No me ve.
Sigo caminando. Un niño se agacha junto a un charco y moja las zapatillas sin darse cuenta. El padre lo llama desde lejos, molesto. El niño sonríe igual.
Disparo de nuevo.
No sé si esas fotos las voy a usar. Tal vez no. Tal vez solo las guarde.
Pero algo en mí se calma cada vez que escucho el clic del obturador.
Es como si el mundo, por un segundo, se detuviera donde tiene que estar.

