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Hilos de plata

Akake despertó a medianoche con una idea en su mente, se había despedido de su transformación de pequeña goblina, pero ¿qué pasaría con su transformación de Ogresa demonio? ¿Acaso aun estaba ahi? ¿habría cambiado luego de dejar atrás su lado infantil con la goblina?

Bajo de su cama y salió al patio trasero de su casa, se concentró. El recuerdo de la ogresa demonio estaba ahí, intacto en su mente: piel azul (como la de su madre Sasha), cabello como nieve caída, poder devastador corriendo por sus venas.

Akane cerró los ojos y gritó en silencio, llamando a esa forma. Pero algo la bloqueaba, una barrera invisible. El poder estaba ahí. Lo sentía. Podía saborearlo. Y sin embargo, no se desataba.

Su cuerpo tembló. No por debilidad, sino por algo más... el poder no era aun suficiente. Entonces ocurrió.

Un calor le recorrió la espalda, seguido de un zumbido agudo detrás de sus ojos. El cambio no fue doloroso, fue hermoso y extraño. Su cabello cayó sobre sus hombros como seda nueva, ahora completamente blanco. Pero no un blanco apagado como la ceniza, sino luminoso, vibrante, como filamentos de plata encantada. Brillaba con su propio fulgor, reflejando luz incluso en la penumbra.

Akane abrió los ojos. Respiró profundo. Algo era distinto. Su cuerpo se sentía más liviano, su pulso más feroz. Saltó hacia una rama cercana por instinto y la alcanzó con una gracia que antes le era ajena. Los movimientos eran fluidos, precisos. Sus sentidos afinados.

"Esto no es lo que buscaba" -susurró- "pero es algo. Algo nuevo, algo diferente, hermoso."

Y mientras la luna se ocultaba detrás de las nubes, Akane sonrió. No con triunfo, sino con una paciencia feroz. Esta evolución parcial no era un obstáculo. Era un preludio.
Hilos de plata Akake despertó a medianoche con una idea en su mente, se había despedido de su transformación de pequeña goblina, pero ¿qué pasaría con su transformación de Ogresa demonio? ¿Acaso aun estaba ahi? ¿habría cambiado luego de dejar atrás su lado infantil con la goblina? Bajo de su cama y salió al patio trasero de su casa, se concentró. El recuerdo de la ogresa demonio estaba ahí, intacto en su mente: piel azul (como la de su madre Sasha), cabello como nieve caída, poder devastador corriendo por sus venas. Akane cerró los ojos y gritó en silencio, llamando a esa forma. Pero algo la bloqueaba, una barrera invisible. El poder estaba ahí. Lo sentía. Podía saborearlo. Y sin embargo, no se desataba. Su cuerpo tembló. No por debilidad, sino por algo más... el poder no era aun suficiente. Entonces ocurrió. Un calor le recorrió la espalda, seguido de un zumbido agudo detrás de sus ojos. El cambio no fue doloroso, fue hermoso y extraño. Su cabello cayó sobre sus hombros como seda nueva, ahora completamente blanco. Pero no un blanco apagado como la ceniza, sino luminoso, vibrante, como filamentos de plata encantada. Brillaba con su propio fulgor, reflejando luz incluso en la penumbra. Akane abrió los ojos. Respiró profundo. Algo era distinto. Su cuerpo se sentía más liviano, su pulso más feroz. Saltó hacia una rama cercana por instinto y la alcanzó con una gracia que antes le era ajena. Los movimientos eran fluidos, precisos. Sus sentidos afinados. "Esto no es lo que buscaba" -susurró- "pero es algo. Algo nuevo, algo diferente, hermoso." Y mientras la luna se ocultaba detrás de las nubes, Akane sonrió. No con triunfo, sino con una paciencia feroz. Esta evolución parcial no era un obstáculo. Era un preludio.
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