—Leyese las palabras de un sabio y me inspirasen.
Critiquen la monotonía, la cosificación, los estándares que guían a la masa.—

—¿Por dónde comenzar? Mujeres.
Están llenas de moldes.
Mismos gestos.
Mismos labios rojos,
no por deseo,
sino porque alguien dijo que era deseable. —

—Mismos pasos torcidos por un tacón que jamás fue propio.
Mismo escote, mismo gesto de "mírame" sin saber a quién le hablan.—

—¿Y los hombres?—
Mirasen,
Burlasense de la copia…
Mas imitasen lo mismo que critican.—

—Mismo peinado de depredador civilizado.
Mismo perfume de selva embotellada.
Mismo discurso de "me gustan distintas",
pero se arrastran por la repetida.—

—La originalidad…
es exilio.—

—No culpose al deseo,
mas sí al juicio que no desea comprender.—

—Sí…
Se repiten.
Se clonan.
Disolviésense en tendencias que ya huelen a cadáver.
Pero nadie preguntase por qué.—

—¿Quién les arrancó la voz?
¿Quién les vendió que “ser deseada” es su único boleto al valor?—

—No es prostitución, lo que mata la belleza.
Es la obediencia a un estándar podrido.—

—Así opinase.
No en defensa.
No en condena.
Cáscaras doradas, sin alma que las reclame.
Bellos... Pero sin voz en sus vitrales de carne.—
—Leyese las palabras de un sabio y me inspirasen. Critiquen la monotonía, la cosificación, los estándares que guían a la masa.— —¿Por dónde comenzar? Mujeres. Están llenas de moldes. Mismos gestos. Mismos labios rojos, no por deseo, sino porque alguien dijo que era deseable. — —Mismos pasos torcidos por un tacón que jamás fue propio. Mismo escote, mismo gesto de "mírame" sin saber a quién le hablan.— —¿Y los hombres?— Mirasen, Burlasense de la copia… Mas imitasen lo mismo que critican.— —Mismo peinado de depredador civilizado. Mismo perfume de selva embotellada. Mismo discurso de "me gustan distintas", pero se arrastran por la repetida.— —La originalidad… es exilio.— —No culpose al deseo, mas sí al juicio que no desea comprender.— —Sí… Se repiten. Se clonan. Disolviésense en tendencias que ya huelen a cadáver. Pero nadie preguntase por qué.— —¿Quién les arrancó la voz? ¿Quién les vendió que “ser deseada” es su único boleto al valor?— —No es prostitución, lo que mata la belleza. Es la obediencia a un estándar podrido.— —Así opinase. No en defensa. No en condena. Cáscaras doradas, sin alma que las reclame. Bellos... Pero sin voz en sus vitrales de carne.—
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