Fragmento: “La chica del gorro negro”
La vio desde la ventana del café.
No era como las demás.
Cabello blanco como la escarcha, mirada ausente y una tristeza meticulosamente maquillada.
Apoyaba su rostro en la mano, como si el mundo la pesara más que a nadie.
Sus pecas parecían estrellas, pero esa tarde, ninguna brillaba.
Mortis no solía acercarse a desconocidos, pero algo en ella —en su cansancio, en su silencio tan ensayado— le recordó a sí mismo.
—¿Estás esperando a alguien? —preguntó, sin permiso, dejando su sombra caer sobre su mesa.
Ella lo miró sin sorpresa. Como si ya supiera que él aparecería.
Como si lo hubiera estado esperando desde siempre.
—Sí —respondió con un suspiro leve—. Pero siempre llega tarde.
No dijo más.
Y sin saber por qué, él se sentó.
La vio desde la ventana del café.
No era como las demás.
Cabello blanco como la escarcha, mirada ausente y una tristeza meticulosamente maquillada.
Apoyaba su rostro en la mano, como si el mundo la pesara más que a nadie.
Sus pecas parecían estrellas, pero esa tarde, ninguna brillaba.
Mortis no solía acercarse a desconocidos, pero algo en ella —en su cansancio, en su silencio tan ensayado— le recordó a sí mismo.
—¿Estás esperando a alguien? —preguntó, sin permiso, dejando su sombra caer sobre su mesa.
Ella lo miró sin sorpresa. Como si ya supiera que él aparecería.
Como si lo hubiera estado esperando desde siempre.
—Sí —respondió con un suspiro leve—. Pero siempre llega tarde.
No dijo más.
Y sin saber por qué, él se sentó.
Fragmento: “La chica del gorro negro”
La vio desde la ventana del café.
No era como las demás.
Cabello blanco como la escarcha, mirada ausente y una tristeza meticulosamente maquillada.
Apoyaba su rostro en la mano, como si el mundo la pesara más que a nadie.
Sus pecas parecían estrellas, pero esa tarde, ninguna brillaba.
Mortis no solía acercarse a desconocidos, pero algo en ella —en su cansancio, en su silencio tan ensayado— le recordó a sí mismo.
—¿Estás esperando a alguien? —preguntó, sin permiso, dejando su sombra caer sobre su mesa.
Ella lo miró sin sorpresa. Como si ya supiera que él aparecería.
Como si lo hubiera estado esperando desde siempre.
—Sí —respondió con un suspiro leve—. Pero siempre llega tarde.
No dijo más.
Y sin saber por qué, él se sentó.
