—... ¿Esa cosa podrá hablar?
—Susurros, murmullos. Después solamente grita, pero parece más un rugido que un grito. Teorizan que intenta hacer lo mismo que el wendigo.
—¿Entonces significa que es inteligente?
—Sí, y no. De ser muy inteligente no repetiría palabras que dicen enfrente de él.
—¿Como un loro?
—Tal vez.

Una recamara húmeda, fría, apenas iluminada por antorchas en la pared y custodiada por dos hechiceros. Ellos dialogan, teorizan e intercambian opiniones sobre la bestia negra a la que custodian. Las ideas los distraen, brindan momentos fugaces de calma que permiten ignorar la incomodidad que genera el miasma de la criatura. Las horas avanzan, los guardias rotan en sus cambios de turno, los especialistas vienen y van. "Black Shell" golpea la jaula, ruge, retorciéndose como un animal. Sus garras terminan rotas con cada embestida, pero se reconstruyen a los pocos segundos. Los talismanes queman su densa capa de cuero, pelaje y miasma, y al momento sanan tal cual lo hacen sus huesudas zarpas.

Hechiceros especializados en control mental diagnosticaron que la conciencia de la criatura era demasiado inestable para poder ser controlada. Los nigromantes demostraron asombro y fascinación, pero nunca explicaron la razón e idearon mentiras para seguir analizando al monstruo. Los exorcistas trabajaron sobre él, pero ninguno pudo darle el descanso eterno. Llamaron a un sacerdote, pero solo pudo demostrar lastima y compasión por el monstruo.

Yo continuo observando desde mi bola de cristal. La paciencia es la peor de mis virtudes, pero en esta situación vale la pena esperar.
—... ¿Esa cosa podrá hablar? —Susurros, murmullos. Después solamente grita, pero parece más un rugido que un grito. Teorizan que intenta hacer lo mismo que el wendigo. —¿Entonces significa que es inteligente? —Sí, y no. De ser muy inteligente no repetiría palabras que dicen enfrente de él. —¿Como un loro? —Tal vez. Una recamara húmeda, fría, apenas iluminada por antorchas en la pared y custodiada por dos hechiceros. Ellos dialogan, teorizan e intercambian opiniones sobre la bestia negra a la que custodian. Las ideas los distraen, brindan momentos fugaces de calma que permiten ignorar la incomodidad que genera el miasma de la criatura. Las horas avanzan, los guardias rotan en sus cambios de turno, los especialistas vienen y van. "Black Shell" golpea la jaula, ruge, retorciéndose como un animal. Sus garras terminan rotas con cada embestida, pero se reconstruyen a los pocos segundos. Los talismanes queman su densa capa de cuero, pelaje y miasma, y al momento sanan tal cual lo hacen sus huesudas zarpas. Hechiceros especializados en control mental diagnosticaron que la conciencia de la criatura era demasiado inestable para poder ser controlada. Los nigromantes demostraron asombro y fascinación, pero nunca explicaron la razón e idearon mentiras para seguir analizando al monstruo. Los exorcistas trabajaron sobre él, pero ninguno pudo darle el descanso eterno. Llamaron a un sacerdote, pero solo pudo demostrar lastima y compasión por el monstruo. Yo continuo observando desde mi bola de cristal. La paciencia es la peor de mis virtudes, pero en esta situación vale la pena esperar.
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