- “La verdadera Luna no brilla”
Luna no nació para ser adorada, aunque ese era su destino.
Hija de una deidad olvidada y una humana moribunda, cargaba con un linaje maldito y divino. A sus espaldas, el mundo la llamaba "diosa", sin conocer la verdad detrás del velo.
De día, era deslumbrante: piel pálida, cabello de plata, ojos como cristales de agua. La perfección hecha carne. Su belleza era una ilusión, una capa tejida con magia ancestral para ocultar lo que realmente era.
Pero en la oscuridad…
Cuando se miraba en el reflejo del río sagrado o cuando la luna llena tocaba su piel…
Su rostro se quebraba.
Aparecían los múltiples ojos: unos llorosos, otros vacíos. De sus mejillas colgaban fauces negras y húmedas, y sus uñas, largas y opacas, se curvaban como garras de bestia. Era aterradora incluso para sí misma.
Y sin embargo…
Aun con todo eso, seguía amando las cosas pequeñas.
Escuchar historias de humanos, cuidar niños en secreto desde las sombras, dibujar constelaciones en las cuevas con luz de luciérnaga. Nadie sabía que la "diosa del eclipse" tenía el alma más bondadosa que los mismos ángeles del templo.
Una vez dijo en voz baja:
—“No soy bella. Soy verdad. Y la verdad a veces... da miedo.”
Y así vivía Luna.
Dividida entre el papel que el mundo esperaba que desempeñara y la criatura que realmente era.
Esperando quizás, un día, ser vista tal cual es… y que alguien no huya al ver sus ojos múltiples, sino que diga:
“Ahora sí veo tu divinidad.”
Luna no nació para ser adorada, aunque ese era su destino.
Hija de una deidad olvidada y una humana moribunda, cargaba con un linaje maldito y divino. A sus espaldas, el mundo la llamaba "diosa", sin conocer la verdad detrás del velo.
De día, era deslumbrante: piel pálida, cabello de plata, ojos como cristales de agua. La perfección hecha carne. Su belleza era una ilusión, una capa tejida con magia ancestral para ocultar lo que realmente era.
Pero en la oscuridad…
Cuando se miraba en el reflejo del río sagrado o cuando la luna llena tocaba su piel…
Su rostro se quebraba.
Aparecían los múltiples ojos: unos llorosos, otros vacíos. De sus mejillas colgaban fauces negras y húmedas, y sus uñas, largas y opacas, se curvaban como garras de bestia. Era aterradora incluso para sí misma.
Y sin embargo…
Aun con todo eso, seguía amando las cosas pequeñas.
Escuchar historias de humanos, cuidar niños en secreto desde las sombras, dibujar constelaciones en las cuevas con luz de luciérnaga. Nadie sabía que la "diosa del eclipse" tenía el alma más bondadosa que los mismos ángeles del templo.
Una vez dijo en voz baja:
—“No soy bella. Soy verdad. Y la verdad a veces... da miedo.”
Y así vivía Luna.
Dividida entre el papel que el mundo esperaba que desempeñara y la criatura que realmente era.
Esperando quizás, un día, ser vista tal cual es… y que alguien no huya al ver sus ojos múltiples, sino que diga:
“Ahora sí veo tu divinidad.”
- “La verdadera Luna no brilla”
Luna no nació para ser adorada, aunque ese era su destino.
Hija de una deidad olvidada y una humana moribunda, cargaba con un linaje maldito y divino. A sus espaldas, el mundo la llamaba "diosa", sin conocer la verdad detrás del velo.
De día, era deslumbrante: piel pálida, cabello de plata, ojos como cristales de agua. La perfección hecha carne. Su belleza era una ilusión, una capa tejida con magia ancestral para ocultar lo que realmente era.
Pero en la oscuridad…
Cuando se miraba en el reflejo del río sagrado o cuando la luna llena tocaba su piel…
Su rostro se quebraba.
Aparecían los múltiples ojos: unos llorosos, otros vacíos. De sus mejillas colgaban fauces negras y húmedas, y sus uñas, largas y opacas, se curvaban como garras de bestia. Era aterradora incluso para sí misma.
Y sin embargo…
Aun con todo eso, seguía amando las cosas pequeñas.
Escuchar historias de humanos, cuidar niños en secreto desde las sombras, dibujar constelaciones en las cuevas con luz de luciérnaga. Nadie sabía que la "diosa del eclipse" tenía el alma más bondadosa que los mismos ángeles del templo.
Una vez dijo en voz baja:
—“No soy bella. Soy verdad. Y la verdad a veces... da miedo.”
Y así vivía Luna.
Dividida entre el papel que el mundo esperaba que desempeñara y la criatura que realmente era.
Esperando quizás, un día, ser vista tal cual es… y que alguien no huya al ver sus ojos múltiples, sino que diga:
“Ahora sí veo tu divinidad.”

