Tenlo en cuenta al responder.
- “Amor en Contraste”
Ella era dulzura en cada paso. Pulseras de cuentas con corazones, esmalte rosado, curitas de fresa en sus dedos, y una risa que parecía sacada de una canción de verano. Su nombre: Cherry. Amaba las cosas brillantes, los días soleados y los abrazos largos.
Él era tormenta. Cuero negro, pulseras de púas, uñas pintadas en mate oscuro, y una mirada que podía congelar cualquier intención. Se hacía llamar Ash, y tenía más cicatrices que recuerdos dulces.
No tenían nada en común. O eso parecía.
Hasta que una noche, en medio de un concierto callejero, sus manos se encontraron al ritmo de una guitarra distorsionada. No bailaron. No hablaron. Solo alzaron los dedos al cielo, en señal de rebelión compartida.
Los suyos, llenos de fuerza contenida.
Los de ella, con una ternura que podía sanar.
Y ahí estaban… dos mundos, un gesto, un latido.
Porque a veces, el amor no necesita lógica. Solo necesita un corazón punk y otro lleno de confites, latiendo al mismo ritmo bajo un mismo cielo ruidoso.
Ella era dulzura en cada paso. Pulseras de cuentas con corazones, esmalte rosado, curitas de fresa en sus dedos, y una risa que parecía sacada de una canción de verano. Su nombre: Cherry. Amaba las cosas brillantes, los días soleados y los abrazos largos.
Él era tormenta. Cuero negro, pulseras de púas, uñas pintadas en mate oscuro, y una mirada que podía congelar cualquier intención. Se hacía llamar Ash, y tenía más cicatrices que recuerdos dulces.
No tenían nada en común. O eso parecía.
Hasta que una noche, en medio de un concierto callejero, sus manos se encontraron al ritmo de una guitarra distorsionada. No bailaron. No hablaron. Solo alzaron los dedos al cielo, en señal de rebelión compartida.
Los suyos, llenos de fuerza contenida.
Los de ella, con una ternura que podía sanar.
Y ahí estaban… dos mundos, un gesto, un latido.
Porque a veces, el amor no necesita lógica. Solo necesita un corazón punk y otro lleno de confites, latiendo al mismo ritmo bajo un mismo cielo ruidoso.
- “Amor en Contraste”
Ella era dulzura en cada paso. Pulseras de cuentas con corazones, esmalte rosado, curitas de fresa en sus dedos, y una risa que parecía sacada de una canción de verano. Su nombre: Cherry. Amaba las cosas brillantes, los días soleados y los abrazos largos.
Él era tormenta. Cuero negro, pulseras de púas, uñas pintadas en mate oscuro, y una mirada que podía congelar cualquier intención. Se hacía llamar Ash, y tenía más cicatrices que recuerdos dulces.
No tenían nada en común. O eso parecía.
Hasta que una noche, en medio de un concierto callejero, sus manos se encontraron al ritmo de una guitarra distorsionada. No bailaron. No hablaron. Solo alzaron los dedos al cielo, en señal de rebelión compartida.
Los suyos, llenos de fuerza contenida.
Los de ella, con una ternura que podía sanar.
Y ahí estaban… dos mundos, un gesto, un latido.
Porque a veces, el amor no necesita lógica. Solo necesita un corazón punk y otro lleno de confites, latiendo al mismo ritmo bajo un mismo cielo ruidoso.
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