Un día tranquilo
Afortunadamente llevaba un año de haber terminado su servicio y se estaba acostumbrando a esta nueva vida de repostrería, vestidos, aire acondicionado y perfumes.
Su casa era cómoda, cálida, con un sueter verde holgado, su cabello rubio recogido, unos pants grises lindos y unas calcetas rojas largas de lana.
Se dispuso a preparar unas galletas, como su abuela siempre lo hacía todos los domingos. Era algo que le daba una paz interior incalculable.
- ¡Adelante! - Dijo mientras estaba concentrada en las galletas, luego de escuchar que alguien timbrara.
Al escuchar las pisadas reconoció que se trataba de alguno de sus vecinos.
- ¡Buen día! ¿Vino por los recibos? El cartero se ha vuelto a equivocar.- Suelta una risita tierna y escucha como aquella persona se acerca al sofá.
Mientras tanto muy concentrada en lo más importante, adornar las galletas. Con absoluta precisión, adornaba con caritas felices de chocolate.
Sin embargo, le interrumpió el ruido de una puerta rechinar, lo cual la hizo voltear al instante. ¡Habia abierto su cuarto privado! Rápidamente corrió y cerró la puerta de un portazo.
- ¡Usted no debió de ver eso! - Levanta la voz, preocupada. Nadie en el barrio sabía su verdadera identidad, la de una soldado de élite.
Su casa era cómoda, cálida, con un sueter verde holgado, su cabello rubio recogido, unos pants grises lindos y unas calcetas rojas largas de lana.
Se dispuso a preparar unas galletas, como su abuela siempre lo hacía todos los domingos. Era algo que le daba una paz interior incalculable.
- ¡Adelante! - Dijo mientras estaba concentrada en las galletas, luego de escuchar que alguien timbrara.
Al escuchar las pisadas reconoció que se trataba de alguno de sus vecinos.
- ¡Buen día! ¿Vino por los recibos? El cartero se ha vuelto a equivocar.- Suelta una risita tierna y escucha como aquella persona se acerca al sofá.
Mientras tanto muy concentrada en lo más importante, adornar las galletas. Con absoluta precisión, adornaba con caritas felices de chocolate.
Sin embargo, le interrumpió el ruido de una puerta rechinar, lo cual la hizo voltear al instante. ¡Habia abierto su cuarto privado! Rápidamente corrió y cerró la puerta de un portazo.
- ¡Usted no debió de ver eso! - Levanta la voz, preocupada. Nadie en el barrio sabía su verdadera identidad, la de una soldado de élite.
Afortunadamente llevaba un año de haber terminado su servicio y se estaba acostumbrando a esta nueva vida de repostrería, vestidos, aire acondicionado y perfumes.
Su casa era cómoda, cálida, con un sueter verde holgado, su cabello rubio recogido, unos pants grises lindos y unas calcetas rojas largas de lana.
Se dispuso a preparar unas galletas, como su abuela siempre lo hacía todos los domingos. Era algo que le daba una paz interior incalculable.
- ¡Adelante! - Dijo mientras estaba concentrada en las galletas, luego de escuchar que alguien timbrara.
Al escuchar las pisadas reconoció que se trataba de alguno de sus vecinos.
- ¡Buen día! ¿Vino por los recibos? El cartero se ha vuelto a equivocar.- Suelta una risita tierna y escucha como aquella persona se acerca al sofá.
Mientras tanto muy concentrada en lo más importante, adornar las galletas. Con absoluta precisión, adornaba con caritas felices de chocolate.
Sin embargo, le interrumpió el ruido de una puerta rechinar, lo cual la hizo voltear al instante. ¡Habia abierto su cuarto privado! Rápidamente corrió y cerró la puerta de un portazo.
- ¡Usted no debió de ver eso! - Levanta la voz, preocupada. Nadie en el barrio sabía su verdadera identidad, la de una soldado de élite.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible
