Meditación.

O al menos eso intentaba.
Sentado sobre una roca en alguna parte de la forestación que conformaba parte de Silvergrove, se encontraba sentado con sus ojos cerrados.
Podía oír los suaves sonidos de la naturaleza. Algún arrollo no muy lejano y las aves nocturnas revolotear de forma ocasional.

Inhalaba y exhalaba. Y de pronto su ceño se frunció aunque sus ojos no se abrieron. Estoico, se mantuvo en la misma posición intentando ignorar las molestas pisadas que se acercaban a él en un pésimo intento de acecho.
Silencio un momento antes de volver a escuchar las ramitas partirse bajo un gran peso de forma ruidosa en perspectiva a su silenciosa calma. Sus orejas puntiagudas bajaron de forma leve con cada pisada que acrecentaba su ceño fruncido.

— Sé que estás ahí. Eres tan ruidosa como un Banter hambriento

Finalmente sus ojos se abrieron con un suspiro resignado mientras se daba la vuelta para ver a Rayla entre las plantas.
Pudo notar la frustración de ser descubierta en la joven aprendiz. Sus propios labios apenas se curvaron en una leve sonrisa al notarlo.

— No te preocupes. Algún día lo lograrás.

La animó inmediatamente, palmeando un lugar en la roca a su lado para invitarla a sumarse en su meditación antes de acomodarse y cerrar sus ojos una vez más.
Meditación. O al menos eso intentaba. Sentado sobre una roca en alguna parte de la forestación que conformaba parte de Silvergrove, se encontraba sentado con sus ojos cerrados. Podía oír los suaves sonidos de la naturaleza. Algún arrollo no muy lejano y las aves nocturnas revolotear de forma ocasional. Inhalaba y exhalaba. Y de pronto su ceño se frunció aunque sus ojos no se abrieron. Estoico, se mantuvo en la misma posición intentando ignorar las molestas pisadas que se acercaban a él en un pésimo intento de acecho. Silencio un momento antes de volver a escuchar las ramitas partirse bajo un gran peso de forma ruidosa en perspectiva a su silenciosa calma. Sus orejas puntiagudas bajaron de forma leve con cada pisada que acrecentaba su ceño fruncido. — Sé que estás ahí. Eres tan ruidosa como un Banter hambriento Finalmente sus ojos se abrieron con un suspiro resignado mientras se daba la vuelta para ver a Rayla entre las plantas. Pudo notar la frustración de ser descubierta en la joven aprendiz. Sus propios labios apenas se curvaron en una leve sonrisa al notarlo. — No te preocupes. Algún día lo lograrás. La animó inmediatamente, palmeando un lugar en la roca a su lado para invitarla a sumarse en su meditación antes de acomodarse y cerrar sus ojos una vez más.
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