El estudio huele a lino recién planchado y café frío. Hay un silencio suave, interrumpido solo por el clic delicado de la cámara y algún susurro del estilista moviendo una hebra de mi pelo.

No llevo joyas. Apenas una tela ligera que roza mis hombros y se desliza hacia abajo. Me piden que no mire a la cámara, que piense en algo que me haga sonreír… pero no demasiado. Solo un gesto sutil, como si escondiera un secreto.

Así que lo hago. Inclino la cabeza apenas, dejo que una sonrisa pequeña me dibuje la boca, como si recordara una noche… o a alguien. El fotógrafo no dice nada, pero sé que lo ha captado. Siento cómo se detiene un segundo. Me gusta provocar eso.

La luz natural entra por la ventana lateral, acariciándome la mejilla izquierda. Siento el calorcito, la vibración tenue de la atención sobre mí. Me muevo apenas, muy lento. Juego con la mirada sin mirar de frente, dejo que el pelo me caiga como cortina sobre el hombro y respiro hondo.

Me siento bonita, pero no por la ropa, ni por el maquillaje. Me siento bonita porque ahora mismo nadie puede decirme cómo ser. Estoy en pausa. Dueña de cada gesto, cada respiración, cada sombra que dibuja mi cuerpo en esa imagen.
El estudio huele a lino recién planchado y café frío. Hay un silencio suave, interrumpido solo por el clic delicado de la cámara y algún susurro del estilista moviendo una hebra de mi pelo. No llevo joyas. Apenas una tela ligera que roza mis hombros y se desliza hacia abajo. Me piden que no mire a la cámara, que piense en algo que me haga sonreír… pero no demasiado. Solo un gesto sutil, como si escondiera un secreto. Así que lo hago. Inclino la cabeza apenas, dejo que una sonrisa pequeña me dibuje la boca, como si recordara una noche… o a alguien. El fotógrafo no dice nada, pero sé que lo ha captado. Siento cómo se detiene un segundo. Me gusta provocar eso. La luz natural entra por la ventana lateral, acariciándome la mejilla izquierda. Siento el calorcito, la vibración tenue de la atención sobre mí. Me muevo apenas, muy lento. Juego con la mirada sin mirar de frente, dejo que el pelo me caiga como cortina sobre el hombro y respiro hondo. Me siento bonita, pero no por la ropa, ni por el maquillaje. Me siento bonita porque ahora mismo nadie puede decirme cómo ser. Estoy en pausa. Dueña de cada gesto, cada respiración, cada sombra que dibuja mi cuerpo en esa imagen.
Me encocora
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