ᬊ 𝑰𝒏𝒗𝒊𝒕𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍
Fandom OC
Categoría Slice of Life
La luz de la luna entraba por las ventanas de aquel lugar, desprovisto de más ruido que el de las agua en las bañeras termales y los zapatos de madera que resonaban contra las tablas.

El humo, exhalado de aquellos labios rojos que sonreían con perversión, invadia la estancia con un tentador olor a uvas fermentadas.

Hoy, la casa había sido reservada para nada más ni nada menos que un cliente, uno dispuesto a pagar lo suficiente para que cerrarla el local aquel día y permaneciera junto a el/ella.

Le gustaba eso, el dinero, el poder, el juegueo. Todo cautivada a la mujer como una rosa a las abejas.

Se había colocado su mejor kimono, rojo como sus labios, tentandor como su sonrisa. No revelaba mucho, pero lo suficientemente llamativo para hacer saber que 𝒂𝒍𝒈𝒐 se ocultaba tras la tela. Algo capaz de hacer enloquecer a cualquier hombre o mujer dispuesto a pagar el precio adecuado para admirarlo, 𝒎𝒂𝒔 𝒏𝒐 𝒕𝒐𝒄𝒂𝒓𝒍𝒐.

Entro a una de las salas privadas, la más grande, la más lujosa, y se sentó a un lado, en una de las piedras calidad por el vapor del agua, inhalando otra calada de su pipa mientras esperaba la llegada de aquella persona con paciencia.

—Los ricos, siempre tan impuntuales... –. Susurro para si misma.
La luz de la luna entraba por las ventanas de aquel lugar, desprovisto de más ruido que el de las agua en las bañeras termales y los zapatos de madera que resonaban contra las tablas. El humo, exhalado de aquellos labios rojos que sonreían con perversión, invadia la estancia con un tentador olor a uvas fermentadas. Hoy, la casa había sido reservada para nada más ni nada menos que un cliente, uno dispuesto a pagar lo suficiente para que cerrarla el local aquel día y permaneciera junto a el/ella. Le gustaba eso, el dinero, el poder, el juegueo. Todo cautivada a la mujer como una rosa a las abejas. Se había colocado su mejor kimono, rojo como sus labios, tentandor como su sonrisa. No revelaba mucho, pero lo suficientemente llamativo para hacer saber que 𝒂𝒍𝒈𝒐 se ocultaba tras la tela. Algo capaz de hacer enloquecer a cualquier hombre o mujer dispuesto a pagar el precio adecuado para admirarlo, 𝒎𝒂𝒔 𝒏𝒐 𝒕𝒐𝒄𝒂𝒓𝒍𝒐. Entro a una de las salas privadas, la más grande, la más lujosa, y se sentó a un lado, en una de las piedras calidad por el vapor del agua, inhalando otra calada de su pipa mientras esperaba la llegada de aquella persona con paciencia. —Los ricos, siempre tan impuntuales... –. Susurro para si misma.
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