Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Mientras el autobús se desliza por el camino el murmullo constante del motor acompaña al susurro de los árboles que bordean la carretera. Afuera, el paisaje es un desfile lento de casas desvencijadas y un cielo azul apagado que se funden con la distancia. Akane apoya la frente contra el vidrio tibio; su aliento empaña levemente el reflejo. Solo se distingue la mitad gris de su cabello, como si el resto, ese pasado reciente lleno de fuego y cicatrices ya no pudiera ser visto.

El vaivén del vehículo la adormece, pero no le permite dormir. En su cabeza, giran una y otra vez las palabras de su abuela Jenifer: “evolucionar en algo mucho más hermoso.” La frase no suena como un mandato, sino como una promesa, una puerta entreabierta. Akane no sabe aún qué forma tomará esa belleza, ni si vendrá de luz o de sombra. Solo sabe que no puede quedarse donde estaba.

Fragmentos de conversación flotan desde los otros asientos: risas apagadas, el golpeteo rítmico de una botella contra el suelo, el crujir de una bolsa de papitas. Son sonidos de una vida cotidiana que no le pertenece, pero que observa con ternura, como un fantasma que se permite recordar que una vez fue humana.

Y en medio de todo, una certeza callada se enraíza: no hay camino de regreso, solo queda avanzar.
Mientras el autobús se desliza por el camino el murmullo constante del motor acompaña al susurro de los árboles que bordean la carretera. Afuera, el paisaje es un desfile lento de casas desvencijadas y un cielo azul apagado que se funden con la distancia. Akane apoya la frente contra el vidrio tibio; su aliento empaña levemente el reflejo. Solo se distingue la mitad gris de su cabello, como si el resto, ese pasado reciente lleno de fuego y cicatrices ya no pudiera ser visto. El vaivén del vehículo la adormece, pero no le permite dormir. En su cabeza, giran una y otra vez las palabras de su abuela Jenifer: “evolucionar en algo mucho más hermoso.” La frase no suena como un mandato, sino como una promesa, una puerta entreabierta. Akane no sabe aún qué forma tomará esa belleza, ni si vendrá de luz o de sombra. Solo sabe que no puede quedarse donde estaba. Fragmentos de conversación flotan desde los otros asientos: risas apagadas, el golpeteo rítmico de una botella contra el suelo, el crujir de una bolsa de papitas. Son sonidos de una vida cotidiana que no le pertenece, pero que observa con ternura, como un fantasma que se permite recordar que una vez fue humana. Y en medio de todo, una certeza callada se enraíza: no hay camino de regreso, solo queda avanzar.
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