"Un Rey de reyes".

Elevado en su siniestra alborada, inclina su testa a los cielos. Se enamora de sus rostros. Y ahí en ese bosque de espadas y madera recia; esgrime un decorado de estelas, perfumadas por riscos de puentes caídos; allí decanta la espuma de la arena de sus playas.

Esas cardinales, esas de doncellez inevitable.

"¿Quién brinda por la esperanza de una voz que se consuela a sí misma con la tétrica música de grillos esbozados en mis labios? Los colmados por el coseno de la reina, elevan cumbres de bordados embelesos.

Muérdagos y mariposas son un sollozos de sus besos de lana de óxido; ya vasto, ya presente.

De almas calizas. Sutiles, como tú y como yo.

Arrepientete de ese río que escuda a los inviolados. Entre espasmos; ese que domina a la majestad de un mar embravecido".

Canta como si le faltara el aliento, y no hay alma que le escuche, no la hay, no hay ser que no sea más hermosa que el mismísimo silencio.

Y en el silencio se esboza una balada de ídolos rotos; con los que hace el amor entre improperios. El circo calla al potro de la yesca y el fuego que quema a las almas de sus nocturnas aladas.

Y susurra; y ese ser declara entre sollozos de piedra.

"No basta el desastre de la naturaleza;: de rasgos de sesgos inviolables, para batir el duelo de un corazón espinado que clama a gritos por un héroe de máscara y sellos en los brazos.

Prudente en el hoy, en el ayer y en la mañana".
"Un Rey de reyes". Elevado en su siniestra alborada, inclina su testa a los cielos. Se enamora de sus rostros. Y ahí en ese bosque de espadas y madera recia; esgrime un decorado de estelas, perfumadas por riscos de puentes caídos; allí decanta la espuma de la arena de sus playas. Esas cardinales, esas de doncellez inevitable. "¿Quién brinda por la esperanza de una voz que se consuela a sí misma con la tétrica música de grillos esbozados en mis labios? Los colmados por el coseno de la reina, elevan cumbres de bordados embelesos. Muérdagos y mariposas son un sollozos de sus besos de lana de óxido; ya vasto, ya presente. De almas calizas. Sutiles, como tú y como yo. Arrepientete de ese río que escuda a los inviolados. Entre espasmos; ese que domina a la majestad de un mar embravecido". Canta como si le faltara el aliento, y no hay alma que le escuche, no la hay, no hay ser que no sea más hermosa que el mismísimo silencio. Y en el silencio se esboza una balada de ídolos rotos; con los que hace el amor entre improperios. El circo calla al potro de la yesca y el fuego que quema a las almas de sus nocturnas aladas. Y susurra; y ese ser declara entre sollozos de piedra. "No basta el desastre de la naturaleza;: de rasgos de sesgos inviolables, para batir el duelo de un corazón espinado que clama a gritos por un héroe de máscara y sellos en los brazos. Prudente en el hoy, en el ayer y en la mañana".
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