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Cuentan los abuelos que, mucho antes de que los volcanes durmieran, cuando el cielo aún sangraba estrellas nuevas y los ríos cantaban nombres olvidados, existía un dios que no podía ser contenido en forma alguna. No era sol ni luna. No era viento ni lluvia. Era todos ellos y ninguno...
Cuentan los abuelos que, mucho antes de que los volcanes durmieran, cuando el cielo aún sangraba estrellas nuevas y los ríos cantaban nombres olvidados, existía un dios que no podía ser contenido en forma alguna. No era sol ni luna. No era viento ni lluvia. Era todos ellos y ninguno...
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