Una playa se convierte en desierto sin que las lagrimas de luna llenen su mar. Calista tenía su zona de comfort y aunque siempre molestara a Enzo, hijo de Poseidon, diciendole que esta zona era ridícula y sin sentido; sin embargo, la castaña empezó a apreciar la arena bajo sus pies, la brisa en su cara y la vista al frío y misterioso mar.
Sentada en la orilla con los pies chocando la espuma, veía el sol bajar: el cielo se teñía de amarillo, las nubes se dispersaban y el viento se volvía más gélido. Las manos de Calista se arrastraban sobre las caracolas mientras cerraba los ojos, recordando el único lugar que alguna vez llamó hogar.
Sentada en la orilla con los pies chocando la espuma, veía el sol bajar: el cielo se teñía de amarillo, las nubes se dispersaban y el viento se volvía más gélido. Las manos de Calista se arrastraban sobre las caracolas mientras cerraba los ojos, recordando el único lugar que alguna vez llamó hogar.
Una playa se convierte en desierto sin que las lagrimas de luna llenen su mar. Calista tenía su zona de comfort y aunque siempre molestara a Enzo, hijo de Poseidon, diciendole que esta zona era ridícula y sin sentido; sin embargo, la castaña empezó a apreciar la arena bajo sus pies, la brisa en su cara y la vista al frío y misterioso mar.
Sentada en la orilla con los pies chocando la espuma, veía el sol bajar: el cielo se teñía de amarillo, las nubes se dispersaban y el viento se volvía más gélido. Las manos de Calista se arrastraban sobre las caracolas mientras cerraba los ojos, recordando el único lugar que alguna vez llamó hogar.
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