A veces el Alpha callaba tanto que hasta sus huesos crujían con lo que no decía, no era un hombre de palabras, ni de súplicas, lo suyo era proteger, sostener, resistir, pero cuando entregaba algo, cuando se abría, lo hacía con todo lo que tenía, sin reservas, entonces dolía más.

Porque cuando finalmente lo daba todo, cuando mostraba la herida, cuando bajaba los muros y ofrecía el pecho desnudo, no todos sabían verlo, no todos entendían que un gesto suyo, una palabra, una mirada, eran más que un grito.

La impotencia lo partía por dentro y no porque esperara alabanzas, sino porque lo poco que daba lo daba es real, con cicatrices, con verdad, con historia.

Y cuando eso no bastaba, cuando lo ignoraban, lo cuestionaban, o simplemente lo daban por hecho, el vacío era peor que cualquier garra en la carne.

Porque él podía con la guerra, con la sangre, con el dolor... Pero no con la sensación de que, incluso dándolo todo, seguía siendo invisible.
A veces el Alpha callaba tanto que hasta sus huesos crujían con lo que no decía, no era un hombre de palabras, ni de súplicas, lo suyo era proteger, sostener, resistir, pero cuando entregaba algo, cuando se abría, lo hacía con todo lo que tenía, sin reservas, entonces dolía más. Porque cuando finalmente lo daba todo, cuando mostraba la herida, cuando bajaba los muros y ofrecía el pecho desnudo, no todos sabían verlo, no todos entendían que un gesto suyo, una palabra, una mirada, eran más que un grito. La impotencia lo partía por dentro y no porque esperara alabanzas, sino porque lo poco que daba lo daba es real, con cicatrices, con verdad, con historia. Y cuando eso no bastaba, cuando lo ignoraban, lo cuestionaban, o simplemente lo daban por hecho, el vacío era peor que cualquier garra en la carne. Porque él podía con la guerra, con la sangre, con el dolor... Pero no con la sensación de que, incluso dándolo todo, seguía siendo invisible.
Me entristece
Me gusta
Me encocora
6
1 turno 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados