**✩ Diario del Pequeño Vagabundo ✩**
**Día... no sé cuál.**

Ya entré a un lugar ENORME. Todo cruje, como si el piso tuviera hambre y rechinara porque no ha comido. Creo que estoy en el lomo de una tortuga marina gigante... ¡sí, eso debe ser! Porque todo se mueve un poquito, como si estuviera flotando en el agua, y hay sonidos como de gaviotas viejitas que se pelean con cucharones. Le dije a mi brújula rota que era una gran idea venir, y ella no me respondió (como siempre), pero giró su agujita como si me dijera: “¡Sí, Pequeño, por ahí!”.

Y entonces… ¡los vi!
Montones de personas… ¡pero GRANDES! Más grandes que cualquier adulto que haya visto, más redondos que los globos de la feria. Caminan raro, como si sus piernas se hubieran olvidado de moverse rápido. Y su piel brilla como si se hubieran bañado en mantequilla.

Me acerqué porque creí que eran amables, pero uno me vio con cara de “te voy a comer”. ¡Ayayay!

Uno trató de agarrarme con sus manotas llenas de dedos como salchichas, y corrí tan rápido que mis pies hacían sonidos de "patineta fantasma". Me metí por agujeros, grietas, rendijas y hasta por un ducto que olía a queso olvidado. Todo era oscuro y feo, pero no me importó. Me reí un poquito porque los gorditos no cabían por donde yo sí. ¡Punto para el Pequeño Vagabundo!

Uno casi me atrapa, ¡me rozó la oreja! Pero justo cuando pensé “adiós mundo bonito”, mi amigo apareció. ¡BOOM!
Pisó fuerte, y el piso se rompió como galleta húmeda. Algunos de los grandotes cayeron por el agujero y chillaban como focas gordas. Mi amigo me miró con sus ojotes grandes y tristes, y aunque no entendí lo que dijo, creo que era algo como “corre, yo te cubro”.

Le dije:
—¡Gracias, Don elegante! ¡Te debo un pan entero y medio abrazo!

Y aquí estoy ahora, escondido otra vez, escribiendo esto con mis deditos llenos de polvo y miedo. Pero también con emoción… porque esta aventura es como esas historias que invento antes de dormir. Solo que ahora, soy yo el héroe.

Fin del día,
**✩ Diario del Pequeño Vagabundo ✩** **Día... no sé cuál.** Ya entré a un lugar ENORME. Todo cruje, como si el piso tuviera hambre y rechinara porque no ha comido. Creo que estoy en el lomo de una tortuga marina gigante... ¡sí, eso debe ser! Porque todo se mueve un poquito, como si estuviera flotando en el agua, y hay sonidos como de gaviotas viejitas que se pelean con cucharones. Le dije a mi brújula rota que era una gran idea venir, y ella no me respondió (como siempre), pero giró su agujita como si me dijera: “¡Sí, Pequeño, por ahí!”. Y entonces… ¡los vi! Montones de personas… ¡pero GRANDES! Más grandes que cualquier adulto que haya visto, más redondos que los globos de la feria. Caminan raro, como si sus piernas se hubieran olvidado de moverse rápido. Y su piel brilla como si se hubieran bañado en mantequilla. Me acerqué porque creí que eran amables, pero uno me vio con cara de “te voy a comer”. ¡Ayayay! Uno trató de agarrarme con sus manotas llenas de dedos como salchichas, y corrí tan rápido que mis pies hacían sonidos de "patineta fantasma". Me metí por agujeros, grietas, rendijas y hasta por un ducto que olía a queso olvidado. Todo era oscuro y feo, pero no me importó. Me reí un poquito porque los gorditos no cabían por donde yo sí. ¡Punto para el Pequeño Vagabundo! Uno casi me atrapa, ¡me rozó la oreja! Pero justo cuando pensé “adiós mundo bonito”, mi amigo apareció. ¡BOOM! Pisó fuerte, y el piso se rompió como galleta húmeda. Algunos de los grandotes cayeron por el agujero y chillaban como focas gordas. Mi amigo me miró con sus ojotes grandes y tristes, y aunque no entendí lo que dijo, creo que era algo como “corre, yo te cubro”. Le dije: —¡Gracias, Don elegante! ¡Te debo un pan entero y medio abrazo! Y aquí estoy ahora, escondido otra vez, escribiendo esto con mis deditos llenos de polvo y miedo. Pero también con emoción… porque esta aventura es como esas historias que invento antes de dormir. Solo que ahora, soy yo el héroe. Fin del día,
Me gusta
Me shockea
2
16 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados