Recuerdas aquellos días, ¿No, Oropo? El mundo parecía estar a nuestros pies, pero no era así.
El mundo no estaba a mis pies, pero si a los tuyos. Eras tú quién siempre llevó la batuta, el que nos mantenía unidos cómo a una familia.
Todos confiábamos en ti, incluso yo quién conocía la verdad tras tus planes. Pero, aún así, me entregaba fielmente a tu voluntad, pensando que hacías lo correcto.
¿Tonto, no? El amor me cegó.
Quizás lo más irónico es qué, pese a todo el resentimiento que te guardé al final, aquel sentimiento jamás logró borrarse. Porque tú, Oropo, no sólo fuiste nuestro líder, sino que también mi más grande amor.
El mundo no estaba a mis pies, pero si a los tuyos. Eras tú quién siempre llevó la batuta, el que nos mantenía unidos cómo a una familia.
Todos confiábamos en ti, incluso yo quién conocía la verdad tras tus planes. Pero, aún así, me entregaba fielmente a tu voluntad, pensando que hacías lo correcto.
¿Tonto, no? El amor me cegó.
Quizás lo más irónico es qué, pese a todo el resentimiento que te guardé al final, aquel sentimiento jamás logró borrarse. Porque tú, Oropo, no sólo fuiste nuestro líder, sino que también mi más grande amor.
Recuerdas aquellos días, ¿No, Oropo? El mundo parecía estar a nuestros pies, pero no era así.
El mundo no estaba a mis pies, pero si a los tuyos. Eras tú quién siempre llevó la batuta, el que nos mantenía unidos cómo a una familia.
Todos confiábamos en ti, incluso yo quién conocía la verdad tras tus planes. Pero, aún así, me entregaba fielmente a tu voluntad, pensando que hacías lo correcto.
¿Tonto, no? El amor me cegó.
Quizás lo más irónico es qué, pese a todo el resentimiento que te guardé al final, aquel sentimiento jamás logró borrarse. Porque tú, Oropo, no sólo fuiste nuestro líder, sino que también mi más grande amor.


