Hard for me
La cafetera soltó su último suspiro de vapor antes de apagarse, y con eso, Maddy dio por terminado su turno. Se estiró con dramatismo detrás del mostrador, lanzando un largo suspiro digno de una telenovela mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás. El lugar estaba vacío, excepto por el suave zumbido de la nevera y la canción pop que salía de su celular a medio volumen: una de esas pegajosas que juraba no volver a escuchar, pero que sabía de memoria.
Con el cabello recogido en un moño alto y unos mechones sueltos que le enmarcaban el rostro, Maddy se deslizó por el suelo con la escoba como si estuviera bailando en una pista, cantando el estribillo entre risas mientras daba giros torpes. Sus Converse se deslizaban sobre las baldosas, y su uniforme tenía manchas de café que ya ni se molestaba en ocultar. La noche era suya. El mundo era su pista.
-Si esto no es talento desperdiciado, no sé qué es -dijo al aire, dándose una vuelta frente al espejo de la máquina de postres y lanzándose un beso.
El letrero de CERRADO colgaba en la puerta principal desde hacía quince minutos, bien visible incluso bajo la luz tenue. Las sillas estaban sobre las mesas, el suelo barrido a medias, y el último cupcake del día esperaba su destino en la barra. Maddy lo tomó con cuidado como si fuera un trofeo, alzó la mirada al techo y dijo en voz alta-Dedicado a mí, por sobrevivir otro turno sin asesinar a nadie. ¡Gracias, gracias!-Justo cuando estaba por darle el primer mordisco, el sonido sutil de la puerta al abrirse la congeló...no el de alguien golpeando, no el de alguien pidiendo permiso... No... La puerta solo se abrió.
Maddy giró con lentitud, las caderas aún ladeadas, el cupcake suspendido en el aire, sus ojos se clavaron en la figura que acababa de entrar, y ella conocía perfectamente aquella melena negra.
La sonrisa se le torció con diversión y fastidio a partes iguales. No tenía que mirar dos veces-¿Que no sabes leer? -soltó sin cambiar el tono juguetón-Ahí decía cerrado, encanto- le guiño un ojo mientras le daba una mordida a su cupcake
Con el cabello recogido en un moño alto y unos mechones sueltos que le enmarcaban el rostro, Maddy se deslizó por el suelo con la escoba como si estuviera bailando en una pista, cantando el estribillo entre risas mientras daba giros torpes. Sus Converse se deslizaban sobre las baldosas, y su uniforme tenía manchas de café que ya ni se molestaba en ocultar. La noche era suya. El mundo era su pista.
-Si esto no es talento desperdiciado, no sé qué es -dijo al aire, dándose una vuelta frente al espejo de la máquina de postres y lanzándose un beso.
El letrero de CERRADO colgaba en la puerta principal desde hacía quince minutos, bien visible incluso bajo la luz tenue. Las sillas estaban sobre las mesas, el suelo barrido a medias, y el último cupcake del día esperaba su destino en la barra. Maddy lo tomó con cuidado como si fuera un trofeo, alzó la mirada al techo y dijo en voz alta-Dedicado a mí, por sobrevivir otro turno sin asesinar a nadie. ¡Gracias, gracias!-Justo cuando estaba por darle el primer mordisco, el sonido sutil de la puerta al abrirse la congeló...no el de alguien golpeando, no el de alguien pidiendo permiso... No... La puerta solo se abrió.
Maddy giró con lentitud, las caderas aún ladeadas, el cupcake suspendido en el aire, sus ojos se clavaron en la figura que acababa de entrar, y ella conocía perfectamente aquella melena negra.
La sonrisa se le torció con diversión y fastidio a partes iguales. No tenía que mirar dos veces-¿Que no sabes leer? -soltó sin cambiar el tono juguetón-Ahí decía cerrado, encanto- le guiño un ojo mientras le daba una mordida a su cupcake
La cafetera soltó su último suspiro de vapor antes de apagarse, y con eso, Maddy dio por terminado su turno. Se estiró con dramatismo detrás del mostrador, lanzando un largo suspiro digno de una telenovela mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás. El lugar estaba vacío, excepto por el suave zumbido de la nevera y la canción pop que salía de su celular a medio volumen: una de esas pegajosas que juraba no volver a escuchar, pero que sabía de memoria.
Con el cabello recogido en un moño alto y unos mechones sueltos que le enmarcaban el rostro, Maddy se deslizó por el suelo con la escoba como si estuviera bailando en una pista, cantando el estribillo entre risas mientras daba giros torpes. Sus Converse se deslizaban sobre las baldosas, y su uniforme tenía manchas de café que ya ni se molestaba en ocultar. La noche era suya. El mundo era su pista.
-Si esto no es talento desperdiciado, no sé qué es -dijo al aire, dándose una vuelta frente al espejo de la máquina de postres y lanzándose un beso.
El letrero de CERRADO colgaba en la puerta principal desde hacía quince minutos, bien visible incluso bajo la luz tenue. Las sillas estaban sobre las mesas, el suelo barrido a medias, y el último cupcake del día esperaba su destino en la barra. Maddy lo tomó con cuidado como si fuera un trofeo, alzó la mirada al techo y dijo en voz alta-Dedicado a mí, por sobrevivir otro turno sin asesinar a nadie. ¡Gracias, gracias!-Justo cuando estaba por darle el primer mordisco, el sonido sutil de la puerta al abrirse la congeló...no el de alguien golpeando, no el de alguien pidiendo permiso... No... La puerta solo se abrió.
Maddy giró con lentitud, las caderas aún ladeadas, el cupcake suspendido en el aire, sus ojos se clavaron en la figura que acababa de entrar, y ella conocía perfectamente aquella melena negra.
La sonrisa se le torció con diversión y fastidio a partes iguales. No tenía que mirar dos veces-¿Que no sabes leer? -soltó sin cambiar el tono juguetón-Ahí decía cerrado, encanto- le guiño un ojo mientras le daba una mordida a su cupcake
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible
