Yo corto.
Con el pulso firme, el gesto antiguo, la mirada ciega de quien ha visto demasiados finales.

Pero contigo, algo tiembla.
No el hilo.
Yo.

Tu aliento se aferra a los bordes de este destino como si supieras que se está acabando, como si tu piel recordara lo que mi silencio no puede decirte. No hay gloria en los ruegos, pero aún así, los escucho.
No con los oídos.
Con la grieta que dejaste en algo que no sabía que podía romperse.

Te vi venir con esa torpe valentía de los que nunca han sido arrancados. Te dejaste caer en mi regazo como si eso te salvara.
Como si yo pudiera salvarte.

Y sin embargo no me fui.
No al principio.

Me quedé.
Me quedé donde no debía.
En el filo.
En el susurro.
En el calor fugaz de tu mano que no debía tocarme, porque todo lo que toco, se apaga.

Pero tú…
Tú supiste quedarte.
Y eso me destruyó más que cualquier muerte que haya dictado.
Yo corto. Con el pulso firme, el gesto antiguo, la mirada ciega de quien ha visto demasiados finales. Pero contigo, algo tiembla. No el hilo. Yo. Tu aliento se aferra a los bordes de este destino como si supieras que se está acabando, como si tu piel recordara lo que mi silencio no puede decirte. No hay gloria en los ruegos, pero aún así, los escucho. No con los oídos. Con la grieta que dejaste en algo que no sabía que podía romperse. Te vi venir con esa torpe valentía de los que nunca han sido arrancados. Te dejaste caer en mi regazo como si eso te salvara. Como si yo pudiera salvarte. Y sin embargo no me fui. No al principio. Me quedé. Me quedé donde no debía. En el filo. En el susurro. En el calor fugaz de tu mano que no debía tocarme, porque todo lo que toco, se apaga. Pero tú… Tú supiste quedarte. Y eso me destruyó más que cualquier muerte que haya dictado.
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