Is that you?
Categoría Suspenso
01.06.2024
Múnich, Alemania.

Aloysia no pudo evitar quedarse mirando al desconocido de forma fija.

Su mente era un remolino de emociones ¿Era acaso aquél hombre su amante del año 1902?
No, no podía ser. Se veía joven para haber pasado más de cien años, además, ella lo había visto morir ¿Verdad?

Ella se había hecho cargo de que sus ojos se cierren para siempre.

¿Podría acaso ser su descendencia? Pero, él solo había estado con ella ¿O la había engañado?
Su cuerpo comenzó a temblar de miedo, de vergüenza, de ¿amor?

Aquello último era más que posible. Ver al desconocido estar igual que su último amante, le revolvía todos sus sentimientos. Especialmente, aquellos guardados hace tiempo.

De repente, recibió un llamado; era su jefe. Rápidamente atendió.

J: — Aloysia, preciso que mandes los documentos hoy mismo.

La por ahora pelinegra soltó un pequeño suspiro. Odiaba que el hombre ni siquiera fuese capaz de saludarla.

— Entendido, señor. Se lo mandaré en unos minutos.

J: — Gracias.

Su jefe cortó la llamada, y ella no había perdido de vista a aquél supuesto amante.
Al contrario, ella comenzó a seguirlo durante largos -muy largos- minutos.

01.06.2024 Múnich, Alemania. Aloysia no pudo evitar quedarse mirando al desconocido de forma fija. Su mente era un remolino de emociones ¿Era acaso aquél hombre su amante del año 1902? No, no podía ser. Se veía joven para haber pasado más de cien años, además, ella lo había visto morir ¿Verdad? Ella se había hecho cargo de que sus ojos se cierren para siempre. ¿Podría acaso ser su descendencia? Pero, él solo había estado con ella ¿O la había engañado? Su cuerpo comenzó a temblar de miedo, de vergüenza, de ¿amor? Aquello último era más que posible. Ver al desconocido estar igual que su último amante, le revolvía todos sus sentimientos. Especialmente, aquellos guardados hace tiempo. De repente, recibió un llamado; era su jefe. Rápidamente atendió. J: — Aloysia, preciso que mandes los documentos hoy mismo. La por ahora pelinegra soltó un pequeño suspiro. Odiaba que el hombre ni siquiera fuese capaz de saludarla. — Entendido, señor. Se lo mandaré en unos minutos. J: — Gracias. Su jefe cortó la llamada, y ella no había perdido de vista a aquél supuesto amante. Al contrario, ella comenzó a seguirlo durante largos -muy largos- minutos.
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