Se acercaba el Taue Matsuri; El festival de la plantación del arroz.
Como cada año, Kazuo iba en las noches al claro donde una vez 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 lo conoció, haciendo danzar sus llamas color zafiro para anunciar que las plegarias hacia su kami Inari llegarían con la ayuda de su mano.
Pero ahora, no eran solo sus llamas. Ahora la luna era bañada por una luz más intensa. No solo era el fuego de Kazuo el que anunciaba la buena dicha. Ahora las llamas de Elizabeth, de una azul tan intenso como el suyo cobraban el mismo protagonismo.
Ya no era solo él, si no la unión de ambos, quienes conformaban uno. Aquella noche carecía de oscuridad, esta huía de la implacable luz que sus fuegos emitían.
Aquella sería una buena cosecha, una que recordarían las futuras generaciones por la fuerza con la que había sido bendecida.
Como cada año, Kazuo iba en las noches al claro donde una vez 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 lo conoció, haciendo danzar sus llamas color zafiro para anunciar que las plegarias hacia su kami Inari llegarían con la ayuda de su mano.
Pero ahora, no eran solo sus llamas. Ahora la luna era bañada por una luz más intensa. No solo era el fuego de Kazuo el que anunciaba la buena dicha. Ahora las llamas de Elizabeth, de una azul tan intenso como el suyo cobraban el mismo protagonismo.
Ya no era solo él, si no la unión de ambos, quienes conformaban uno. Aquella noche carecía de oscuridad, esta huía de la implacable luz que sus fuegos emitían.
Aquella sería una buena cosecha, una que recordarían las futuras generaciones por la fuerza con la que había sido bendecida.
Se acercaba el Taue Matsuri; El festival de la plantación del arroz.
Como cada año, Kazuo iba en las noches al claro donde una vez [Liz_bloodFlame] lo conoció, haciendo danzar sus llamas color zafiro para anunciar que las plegarias hacia su kami Inari llegarían con la ayuda de su mano.
Pero ahora, no eran solo sus llamas. Ahora la luna era bañada por una luz más intensa. No solo era el fuego de Kazuo el que anunciaba la buena dicha. Ahora las llamas de Elizabeth, de una azul tan intenso como el suyo cobraban el mismo protagonismo.
Ya no era solo él, si no la unión de ambos, quienes conformaban uno. Aquella noche carecía de oscuridad, esta huía de la implacable luz que sus fuegos emitían.
Aquella sería una buena cosecha, una que recordarían las futuras generaciones por la fuerza con la que había sido bendecida.


