La madrugada envolvía el paisaje con un silencio denso y frío. Nival caminaba despacio, con las manos entrelazadas detrás de la nuca, observando el cielo estrellado que se extendía sobre él como un mar infinito. Su capa azul marino ondeaba con suavidad al ritmo del viento, y cada paso que daba sobre el empedrado resonaba como un susurro en la quietud.

Se detuvo junto a un pequeño puente de madera, alzando la mirada hacia una farola que parpadeaba débilmente. Sus ojos marrones brillaban con curiosidad al notar una figura más adelante, medio oculta en la neblina. Ladeó la cabeza, sonriendo apenas, y sus labios se curvaron con una pizca de sarcasmo.

Con paso relajado, se acercó, inclinándose ligeramente hacia adelante mientras alzaba una ceja. Sin hablar, su expresión lo decía todo: una mezcla de burla juguetona y sorpresa fingida. Su mano fue al bolsillo por costumbre, aunque no buscaba nada en particular, y su mirada se mantuvo fija en la figura como si estuviera a punto de soltar una broma.

Finalmente, dejó escapar un leve suspiro,

¿Insomnio?, jeje, te entiendo –.

se irguió de nuevo y siguió su camino sin apuro, como si el encuentro hubiese sido apenas una nota curiosa en una noche más de sus tantos viajes.
La madrugada envolvía el paisaje con un silencio denso y frío. Nival caminaba despacio, con las manos entrelazadas detrás de la nuca, observando el cielo estrellado que se extendía sobre él como un mar infinito. Su capa azul marino ondeaba con suavidad al ritmo del viento, y cada paso que daba sobre el empedrado resonaba como un susurro en la quietud. Se detuvo junto a un pequeño puente de madera, alzando la mirada hacia una farola que parpadeaba débilmente. Sus ojos marrones brillaban con curiosidad al notar una figura más adelante, medio oculta en la neblina. Ladeó la cabeza, sonriendo apenas, y sus labios se curvaron con una pizca de sarcasmo. Con paso relajado, se acercó, inclinándose ligeramente hacia adelante mientras alzaba una ceja. Sin hablar, su expresión lo decía todo: una mezcla de burla juguetona y sorpresa fingida. Su mano fue al bolsillo por costumbre, aunque no buscaba nada en particular, y su mirada se mantuvo fija en la figura como si estuviera a punto de soltar una broma. Finalmente, dejó escapar un leve suspiro, ¿Insomnio?, jeje, te entiendo –. se irguió de nuevo y siguió su camino sin apuro, como si el encuentro hubiese sido apenas una nota curiosa en una noche más de sus tantos viajes.
Me encocora
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