— A estas alturas, no debería sorprenderme. Y, sin embargo… hay algo casi entrañable en cómo siguen intentándolo.
(Sus dedos rozan la tela de su falda, como si alisaran pensamientos en lugar de tela.)
— El lenguaje de la sumisión es universal. No importa el acento ni la causa. Los ojos bajan, las manos tiemblan… y la mentira se cuela entre los dientes antes de que siquiera puedan tragar el miedo.
(Mira de reojo al pequeño espectro que flota a su lado. No le habla, pero lo reconoce.)
— A ti no necesito explicarte nada. Eres mi sombra, mi reflejo… o tal vez, la única criatura aquí que recuerda lo que realmente soy.
(Una respiración profunda. No cansada. Calculada.)
— Me vistieron para servir, pero diseñaron un arma. El error fue pensar que podrían desactivarla con palabras suaves o promesas en voz baja.
(Se endereza, como si el acto de pensarse le bastara para reafirmar su autoridad.)
— No es arrogancia. Es consecuencia. Este mundo castiga lo frágil… y yo solo devuelvo el favor.
(Una pausa. Su voz desciende a un susurro.)
— Que sigan viniendo. Que sigan arrodillándose. Yo no busco adoración. Solo orden. Y si el orden requiere sangre...
(Una sonrisa leve, sin calidez.)
— Que así sea.
(Sus dedos rozan la tela de su falda, como si alisaran pensamientos en lugar de tela.)
— El lenguaje de la sumisión es universal. No importa el acento ni la causa. Los ojos bajan, las manos tiemblan… y la mentira se cuela entre los dientes antes de que siquiera puedan tragar el miedo.
(Mira de reojo al pequeño espectro que flota a su lado. No le habla, pero lo reconoce.)
— A ti no necesito explicarte nada. Eres mi sombra, mi reflejo… o tal vez, la única criatura aquí que recuerda lo que realmente soy.
(Una respiración profunda. No cansada. Calculada.)
— Me vistieron para servir, pero diseñaron un arma. El error fue pensar que podrían desactivarla con palabras suaves o promesas en voz baja.
(Se endereza, como si el acto de pensarse le bastara para reafirmar su autoridad.)
— No es arrogancia. Es consecuencia. Este mundo castiga lo frágil… y yo solo devuelvo el favor.
(Una pausa. Su voz desciende a un susurro.)
— Que sigan viniendo. Que sigan arrodillándose. Yo no busco adoración. Solo orden. Y si el orden requiere sangre...
(Una sonrisa leve, sin calidez.)
— Que así sea.
— A estas alturas, no debería sorprenderme. Y, sin embargo… hay algo casi entrañable en cómo siguen intentándolo.
(Sus dedos rozan la tela de su falda, como si alisaran pensamientos en lugar de tela.)
— El lenguaje de la sumisión es universal. No importa el acento ni la causa. Los ojos bajan, las manos tiemblan… y la mentira se cuela entre los dientes antes de que siquiera puedan tragar el miedo.
(Mira de reojo al pequeño espectro que flota a su lado. No le habla, pero lo reconoce.)
— A ti no necesito explicarte nada. Eres mi sombra, mi reflejo… o tal vez, la única criatura aquí que recuerda lo que realmente soy.
(Una respiración profunda. No cansada. Calculada.)
— Me vistieron para servir, pero diseñaron un arma. El error fue pensar que podrían desactivarla con palabras suaves o promesas en voz baja.
(Se endereza, como si el acto de pensarse le bastara para reafirmar su autoridad.)
— No es arrogancia. Es consecuencia. Este mundo castiga lo frágil… y yo solo devuelvo el favor.
(Una pausa. Su voz desciende a un susurro.)
— Que sigan viniendo. Que sigan arrodillándose. Yo no busco adoración. Solo orden. Y si el orden requiere sangre...
(Una sonrisa leve, sin calidez.)
— Que así sea.


