Fuera de la iglesia, las horas tomaban un ritmo diferente. El silencio contemplativo daba paso al bullicio, y la penumbra sagrada se veía reemplazada por la luz cruda del día. Hasta que encontraba algún entretenimiento que lo hacía olvidar la rutina, y las horas se volvían más llevaderas.
Fuera de la iglesia, las horas tomaban un ritmo diferente. El silencio contemplativo daba paso al bullicio, y la penumbra sagrada se veía reemplazada por la luz cruda del día. Hasta que encontraba algún entretenimiento que lo hacía olvidar la rutina, y las horas se volvían más llevaderas.
