La luz cálida del restaurante acaricia mi piel como si intentara convencerme de que, por una noche, puedo olvidar quién soy. El vestido rojo se amolda a mi cuerpo como una segunda piel, y por una vez, no lo llevo como una armadura. Me he recogido el pelo sin pensar demasiado, dejando que algunos mechones se escapen, juguetones. Frente a mí, una lasaña humeante. A mi derecha, una copa de vino que aún no he tocado.

No hay dagas entre los pliegues de mis palabras ni pólvora bajo mis uñas. Me siento… bien. Qué palabra tan sencilla y peligrosa. Bien.

Me ha tomado esta foto sin avisar, y he sonreído. No esa curva calculada que uso para hacer temblar a quienes creen conocerme, sino una sonrisa suave, sincera.

Y me he sorprendido queriendo quedarme ahí un poco más. Sin guerra. Sin máscaras. Sólo este instante suspendido donde no soy una amenaza, ni una leyenda, ni un monstruo…
La luz cálida del restaurante acaricia mi piel como si intentara convencerme de que, por una noche, puedo olvidar quién soy. El vestido rojo se amolda a mi cuerpo como una segunda piel, y por una vez, no lo llevo como una armadura. Me he recogido el pelo sin pensar demasiado, dejando que algunos mechones se escapen, juguetones. Frente a mí, una lasaña humeante. A mi derecha, una copa de vino que aún no he tocado. No hay dagas entre los pliegues de mis palabras ni pólvora bajo mis uñas. Me siento… bien. Qué palabra tan sencilla y peligrosa. Bien. Me ha tomado esta foto sin avisar, y he sonreído. No esa curva calculada que uso para hacer temblar a quienes creen conocerme, sino una sonrisa suave, sincera. Y me he sorprendido queriendo quedarme ahí un poco más. Sin guerra. Sin máscaras. Sólo este instante suspendido donde no soy una amenaza, ni una leyenda, ni un monstruo…
Me gusta
Me encocora
2
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados