Caminaba por el callejón, el viento otoñal jugueteaba con su cabello y los bordes de su bufanda. Sus botas resonaban contra el empedrado húmedo. Bajo su brazo, un cuaderno abultado lleno de bocetos parecía incapaz de mantenerse cerrado sin ser apretujado.
Y por supuesto, no estaba sola.
A su lado, un tal Timothy que había muerto en los 90 flotaba a su izquierda, invisible para cualquiera que no fuera ella. O Rune. Pero el gato fingía demencia por deporte.
Ajustó el peso de sus cosas, pasando junto a la vidriera de su tienda sin pestañear. El reflejo en el cristal mostró su figura cansada... y la silueta translúcida de Timothy detrás de ella.
Puerta abierta. Luz tenue. Mostrador lleno de Tarots en desorden.
— Runeee, si otra vez dormiste sobre mis cartas del tarot —deja caer sus cuadernos sobre el mostrador con un golpe seco— te juro que... te dono a un museo de gatos embalsamados.
El felino en cuestión qlzó la cabeza desde su cesta de mimbre, con sus orejas erguidas, justo cuando Timothy materializó medio cuerpo sobre el mostrador.
Iluna resopló. Sacó el teléfono. Comenzó a grabar.
— Consejooo brujeriiiil numero... —duda un segundo— ¿437? Si... Cuando un fantasma insista en seguirte como si fuera tu sombra, ignóralo justo como haces con ese ex que te escribe cada cumpleaños —guiña de forma cómplice— Créeme, también se aburren...
Y por supuesto, no estaba sola.
A su lado, un tal Timothy que había muerto en los 90 flotaba a su izquierda, invisible para cualquiera que no fuera ella. O Rune. Pero el gato fingía demencia por deporte.
Ajustó el peso de sus cosas, pasando junto a la vidriera de su tienda sin pestañear. El reflejo en el cristal mostró su figura cansada... y la silueta translúcida de Timothy detrás de ella.
Puerta abierta. Luz tenue. Mostrador lleno de Tarots en desorden.
— Runeee, si otra vez dormiste sobre mis cartas del tarot —deja caer sus cuadernos sobre el mostrador con un golpe seco— te juro que... te dono a un museo de gatos embalsamados.
El felino en cuestión qlzó la cabeza desde su cesta de mimbre, con sus orejas erguidas, justo cuando Timothy materializó medio cuerpo sobre el mostrador.
Iluna resopló. Sacó el teléfono. Comenzó a grabar.
— Consejooo brujeriiiil numero... —duda un segundo— ¿437? Si... Cuando un fantasma insista en seguirte como si fuera tu sombra, ignóralo justo como haces con ese ex que te escribe cada cumpleaños —guiña de forma cómplice— Créeme, también se aburren...
Caminaba por el callejón, el viento otoñal jugueteaba con su cabello y los bordes de su bufanda. Sus botas resonaban contra el empedrado húmedo. Bajo su brazo, un cuaderno abultado lleno de bocetos parecía incapaz de mantenerse cerrado sin ser apretujado.
Y por supuesto, no estaba sola.
A su lado, un tal Timothy que había muerto en los 90 flotaba a su izquierda, invisible para cualquiera que no fuera ella. O Rune. Pero el gato fingía demencia por deporte.
Ajustó el peso de sus cosas, pasando junto a la vidriera de su tienda sin pestañear. El reflejo en el cristal mostró su figura cansada... y la silueta translúcida de Timothy detrás de ella.
Puerta abierta. Luz tenue. Mostrador lleno de Tarots en desorden.
— Runeee, si otra vez dormiste sobre mis cartas del tarot —deja caer sus cuadernos sobre el mostrador con un golpe seco— te juro que... te dono a un museo de gatos embalsamados.
El felino en cuestión qlzó la cabeza desde su cesta de mimbre, con sus orejas erguidas, justo cuando Timothy materializó medio cuerpo sobre el mostrador.
Iluna resopló. Sacó el teléfono. Comenzó a grabar.
— Consejooo brujeriiiil numero... —duda un segundo— ¿437? Si... Cuando un fantasma insista en seguirte como si fuera tu sombra, ignóralo justo como haces con ese ex que te escribe cada cumpleaños —guiña de forma cómplice— Créeme, también se aburren...

