Las calles estaban en caos.
Gritos. Humos. Estruendos. Una criatura **Granute** se alzaba entre los escombros como una mancha grotesca sobre el mundo. Tenía la forma de un escarabajo ciclópeo, cubierto de placas negras y púrpuras, y su voz era un chillido que perforaba los oídos. A su paso, los autos se volcaban, el concreto se resquebrajaba y la gente corría sin rumbo, empujándose, cayendo, perdiéndose.
Hanto lo observaba desde lo alto de una terraza baja. No se movía aún. Solo analizaba.
*Cinco civiles atrapados al pie del edificio. Uno herido. Dos niños. El Granute se acerca. Veinte segundos antes de que...*
Sus pensamientos eran meticulosos. Directos.
*...antes de que no quede nada.*
Se dejó caer desde el techo sin titubeos. Aterrizó con fuerza entre la criatura y los civiles, su cuerpo erguido, el viento empujando su chaqueta hacia atrás. A su espalda, los cinco lo miraban con ojos abiertos como platos.
—¡Aléjense! —ordenó con voz firme, sin girarse—. Corred al este, detrás del mercado. ¡Ya!
El Granute gruñó, su boca temblorosa como un avispero vivo. Avanzó.
Hanto se quedó quieto.
—No paso por alto lo que haces… —susurró, y se llevó la mano al cinturón.
El núcleo rojo de su **Valkrieg Belt** brilló. El aire a su alrededor pareció comprimirse.
—No voy a permitir que les pongas un dedo encima.
Giró la esfera de energía del cinturón. Un *clic*. Un pulso.
—**Valen Drive. Set.** —La voz mecánica resonó, profunda, como si el mundo reconociera el nombre.
Una onda de luz roja se extendió, y su cuerpo fue envuelto por líneas angulares, como venas de fuego. Su traje apareció en segmentos metálicos: el casco con visera carmesí en forma de colmillos, la armadura negra con trazos escarlata vibrante, los guanteletes con filo incorporado.
El rugido del viento acompañó la transformación.
Y cuando la luz se disipó… **Kamen Rider Valen** se alzó, firme, con los puños listos.
—Esto es por cada uno de ellos… y por lo que no pienso dejar que repitas.
El Granute embistió.
Valen también.
Chocaron en medio de la calle, entre chispas, concreto roto y la promesa silenciosa de que **Hanto Karakida** siempre estaría entre el peligro y los inocentes.
Porque él no solo peleaba por vencer.
Peleaba para que otros **pudieran vivir sin miedo.**
Gritos. Humos. Estruendos. Una criatura **Granute** se alzaba entre los escombros como una mancha grotesca sobre el mundo. Tenía la forma de un escarabajo ciclópeo, cubierto de placas negras y púrpuras, y su voz era un chillido que perforaba los oídos. A su paso, los autos se volcaban, el concreto se resquebrajaba y la gente corría sin rumbo, empujándose, cayendo, perdiéndose.
Hanto lo observaba desde lo alto de una terraza baja. No se movía aún. Solo analizaba.
*Cinco civiles atrapados al pie del edificio. Uno herido. Dos niños. El Granute se acerca. Veinte segundos antes de que...*
Sus pensamientos eran meticulosos. Directos.
*...antes de que no quede nada.*
Se dejó caer desde el techo sin titubeos. Aterrizó con fuerza entre la criatura y los civiles, su cuerpo erguido, el viento empujando su chaqueta hacia atrás. A su espalda, los cinco lo miraban con ojos abiertos como platos.
—¡Aléjense! —ordenó con voz firme, sin girarse—. Corred al este, detrás del mercado. ¡Ya!
El Granute gruñó, su boca temblorosa como un avispero vivo. Avanzó.
Hanto se quedó quieto.
—No paso por alto lo que haces… —susurró, y se llevó la mano al cinturón.
El núcleo rojo de su **Valkrieg Belt** brilló. El aire a su alrededor pareció comprimirse.
—No voy a permitir que les pongas un dedo encima.
Giró la esfera de energía del cinturón. Un *clic*. Un pulso.
—**Valen Drive. Set.** —La voz mecánica resonó, profunda, como si el mundo reconociera el nombre.
Una onda de luz roja se extendió, y su cuerpo fue envuelto por líneas angulares, como venas de fuego. Su traje apareció en segmentos metálicos: el casco con visera carmesí en forma de colmillos, la armadura negra con trazos escarlata vibrante, los guanteletes con filo incorporado.
El rugido del viento acompañó la transformación.
Y cuando la luz se disipó… **Kamen Rider Valen** se alzó, firme, con los puños listos.
—Esto es por cada uno de ellos… y por lo que no pienso dejar que repitas.
El Granute embistió.
Valen también.
Chocaron en medio de la calle, entre chispas, concreto roto y la promesa silenciosa de que **Hanto Karakida** siempre estaría entre el peligro y los inocentes.
Porque él no solo peleaba por vencer.
Peleaba para que otros **pudieran vivir sin miedo.**
Las calles estaban en caos.
Gritos. Humos. Estruendos. Una criatura **Granute** se alzaba entre los escombros como una mancha grotesca sobre el mundo. Tenía la forma de un escarabajo ciclópeo, cubierto de placas negras y púrpuras, y su voz era un chillido que perforaba los oídos. A su paso, los autos se volcaban, el concreto se resquebrajaba y la gente corría sin rumbo, empujándose, cayendo, perdiéndose.
Hanto lo observaba desde lo alto de una terraza baja. No se movía aún. Solo analizaba.
*Cinco civiles atrapados al pie del edificio. Uno herido. Dos niños. El Granute se acerca. Veinte segundos antes de que...*
Sus pensamientos eran meticulosos. Directos.
*...antes de que no quede nada.*
Se dejó caer desde el techo sin titubeos. Aterrizó con fuerza entre la criatura y los civiles, su cuerpo erguido, el viento empujando su chaqueta hacia atrás. A su espalda, los cinco lo miraban con ojos abiertos como platos.
—¡Aléjense! —ordenó con voz firme, sin girarse—. Corred al este, detrás del mercado. ¡Ya!
El Granute gruñó, su boca temblorosa como un avispero vivo. Avanzó.
Hanto se quedó quieto.
—No paso por alto lo que haces… —susurró, y se llevó la mano al cinturón.
El núcleo rojo de su **Valkrieg Belt** brilló. El aire a su alrededor pareció comprimirse.
—No voy a permitir que les pongas un dedo encima.
Giró la esfera de energía del cinturón. Un *clic*. Un pulso.
—**Valen Drive. Set.** —La voz mecánica resonó, profunda, como si el mundo reconociera el nombre.
Una onda de luz roja se extendió, y su cuerpo fue envuelto por líneas angulares, como venas de fuego. Su traje apareció en segmentos metálicos: el casco con visera carmesí en forma de colmillos, la armadura negra con trazos escarlata vibrante, los guanteletes con filo incorporado.
El rugido del viento acompañó la transformación.
Y cuando la luz se disipó… **Kamen Rider Valen** se alzó, firme, con los puños listos.
—Esto es por cada uno de ellos… y por lo que no pienso dejar que repitas.
El Granute embistió.
Valen también.
Chocaron en medio de la calle, entre chispas, concreto roto y la promesa silenciosa de que **Hanto Karakida** siempre estaría entre el peligro y los inocentes.
Porque él no solo peleaba por vencer.
Peleaba para que otros **pudieran vivir sin miedo.**
