La noche caía como un telón siniestro sobre la ciudad. Las luces del alumbrado apenas lograban morder la oscuridad, y la lluvia resbalaba por los techos como dedos temblorosos de un pianista cansado. En ese silencio denso, Rakia Amarga caminaba con la mirada fija al frente, como si sus pasos supieran exactamente a dónde ir.
Sus ojos eran filosos, endurecidos por demasiadas cosas que un niño no debería haber vivido, y que un hombre no debería tener que recordar.
♠: “¿Por qué niños…?”, pensaba mientras giraba por una calle estrecha y mal iluminada. “¿Porque son fáciles de callar? ¿Fáciles de romper?”
Su puño se cerró dentro del abrigo largo, aún con los nudillos vendados por la última pelea.
Había escuchado los reportes. Siete desapariciones. Siete pequeños. Todos en diferentes distritos, pero con algo en común: la última vez que los vieron, hablaban con alguien. Alguien que los convencía. Que los arrastraba.
Un "Granute".
♠: “Cobarde. Bestia de azúcar negra…” pensó con el ceño fruncido.
Sintió el cambio en el aire como un susurro en la nuca. Ese aroma empalagoso, corrupto. Como si alguien hubiera quemado miel mezclada con carne vieja. Bajó el ritmo de su andar. Ladeó la cabeza.
Allí, en el callejón, entre cajas mojadas y sombras alargadas, un ser encorvado arrastraba un bulto pequeño. Un niño, envuelto en una manta.
Los ojos de Rakia brillaron con ira contenida.
No dijo nada al principio. Observó. Midió. Sintió ese calor desagradable en la boca del estómago, esa furia antigua, esa memoria de cuando él también fue pequeño, indefenso, olvidado.
Y luego, habló.
♠: Deja al niño… o te rompo cada maldita garra que tengas.
El Granute giró con un gruñido viscoso, sus múltiples ojos clavándose en Rakia. El niño sollozó. El monstruo lo sujetó más fuerte.
♠: “Antes, yo era ese niño.”, pensó Rakia, activando su ""Vrastumgear"". Una línea Amarilla recorrió su brazo, chispeando como relámpagos de medianoche.
♠: No vuelvas a tocar a uno más. Dijo, bajo, con una furia fría.
♠: Te lo voy a tatuar a golpes si hace falta.
El Granute se abalanzó. Rakia ya lo esperaba.
Y por cada paso que el monstruo daba hacia el niño, Rakia daba dos hacia la sombra de su pasado. No por venganza.
Sino porque esta vez, él estaba allí para protegerlos.
Sus ojos eran filosos, endurecidos por demasiadas cosas que un niño no debería haber vivido, y que un hombre no debería tener que recordar.
♠: “¿Por qué niños…?”, pensaba mientras giraba por una calle estrecha y mal iluminada. “¿Porque son fáciles de callar? ¿Fáciles de romper?”
Su puño se cerró dentro del abrigo largo, aún con los nudillos vendados por la última pelea.
Había escuchado los reportes. Siete desapariciones. Siete pequeños. Todos en diferentes distritos, pero con algo en común: la última vez que los vieron, hablaban con alguien. Alguien que los convencía. Que los arrastraba.
Un "Granute".
♠: “Cobarde. Bestia de azúcar negra…” pensó con el ceño fruncido.
Sintió el cambio en el aire como un susurro en la nuca. Ese aroma empalagoso, corrupto. Como si alguien hubiera quemado miel mezclada con carne vieja. Bajó el ritmo de su andar. Ladeó la cabeza.
Allí, en el callejón, entre cajas mojadas y sombras alargadas, un ser encorvado arrastraba un bulto pequeño. Un niño, envuelto en una manta.
Los ojos de Rakia brillaron con ira contenida.
No dijo nada al principio. Observó. Midió. Sintió ese calor desagradable en la boca del estómago, esa furia antigua, esa memoria de cuando él también fue pequeño, indefenso, olvidado.
Y luego, habló.
♠: Deja al niño… o te rompo cada maldita garra que tengas.
El Granute giró con un gruñido viscoso, sus múltiples ojos clavándose en Rakia. El niño sollozó. El monstruo lo sujetó más fuerte.
♠: “Antes, yo era ese niño.”, pensó Rakia, activando su ""Vrastumgear"". Una línea Amarilla recorrió su brazo, chispeando como relámpagos de medianoche.
♠: No vuelvas a tocar a uno más. Dijo, bajo, con una furia fría.
♠: Te lo voy a tatuar a golpes si hace falta.
El Granute se abalanzó. Rakia ya lo esperaba.
Y por cada paso que el monstruo daba hacia el niño, Rakia daba dos hacia la sombra de su pasado. No por venganza.
Sino porque esta vez, él estaba allí para protegerlos.
La noche caía como un telón siniestro sobre la ciudad. Las luces del alumbrado apenas lograban morder la oscuridad, y la lluvia resbalaba por los techos como dedos temblorosos de un pianista cansado. En ese silencio denso, Rakia Amarga caminaba con la mirada fija al frente, como si sus pasos supieran exactamente a dónde ir.
Sus ojos eran filosos, endurecidos por demasiadas cosas que un niño no debería haber vivido, y que un hombre no debería tener que recordar.
♠: “¿Por qué niños…?”, pensaba mientras giraba por una calle estrecha y mal iluminada. “¿Porque son fáciles de callar? ¿Fáciles de romper?”
Su puño se cerró dentro del abrigo largo, aún con los nudillos vendados por la última pelea.
Había escuchado los reportes. Siete desapariciones. Siete pequeños. Todos en diferentes distritos, pero con algo en común: la última vez que los vieron, hablaban con alguien. Alguien que los convencía. Que los arrastraba.
Un "Granute".
♠: “Cobarde. Bestia de azúcar negra…” pensó con el ceño fruncido.
Sintió el cambio en el aire como un susurro en la nuca. Ese aroma empalagoso, corrupto. Como si alguien hubiera quemado miel mezclada con carne vieja. Bajó el ritmo de su andar. Ladeó la cabeza.
Allí, en el callejón, entre cajas mojadas y sombras alargadas, un ser encorvado arrastraba un bulto pequeño. Un niño, envuelto en una manta.
Los ojos de Rakia brillaron con ira contenida.
No dijo nada al principio. Observó. Midió. Sintió ese calor desagradable en la boca del estómago, esa furia antigua, esa memoria de cuando él también fue pequeño, indefenso, olvidado.
Y luego, habló.
♠: Deja al niño… o te rompo cada maldita garra que tengas.
El Granute giró con un gruñido viscoso, sus múltiples ojos clavándose en Rakia. El niño sollozó. El monstruo lo sujetó más fuerte.
♠: “Antes, yo era ese niño.”, pensó Rakia, activando su ""Vrastumgear"". Una línea Amarilla recorrió su brazo, chispeando como relámpagos de medianoche.
♠: No vuelvas a tocar a uno más. Dijo, bajo, con una furia fría.
♠: Te lo voy a tatuar a golpes si hace falta.
El Granute se abalanzó. Rakia ya lo esperaba.
Y por cada paso que el monstruo daba hacia el niño, Rakia daba dos hacia la sombra de su pasado. No por venganza.
Sino porque esta vez, él estaba allí para protegerlos.

