Las tres de la mañana, y ni una boutique abierta.
Ebony caminaba con esa gracia felina tan característica. Desnuda bajo un abrigo robado, con el cuello alzado y el vaho de la ciudad rozándole las mejillas. Buscó durante horas, pero Nueva York dormía, y su paciencia ya no era tan elegante como su andar.
Se detuvo frente a una casa antigua, protegida por las sombras de una farola rota. Perfecta.
Saltó la reja sin esfuerzo. Nadie la vio. Nadie la escuchó. Era el tipo de presencia que sólo se nota cuando está demasiado cerca.
Entró sin pedir permiso. La cerradura cedió con un chasquido casi imperceptible, casi como si la invitara.
Por dentro, olía a polvo, a viejo, al paso del tiempo.
Subió las escaleras despacio, con una mano, un dedo rozando el pasamanos, y la otra desabrochando el abrigo.
Una puerta entornada. El reflejo de un vestidor lleno de promesas. Seda, terciopelo, encaje.
— Alguien tenía buen gusto… —musitó mientras dejaba caer el abrigo al suelo tal y como la envoltura de un dulce, ahora completamente innecesario.
Y así, desnuda, entró en la habitación.
#EbonyRP
Ebony caminaba con esa gracia felina tan característica. Desnuda bajo un abrigo robado, con el cuello alzado y el vaho de la ciudad rozándole las mejillas. Buscó durante horas, pero Nueva York dormía, y su paciencia ya no era tan elegante como su andar.
Se detuvo frente a una casa antigua, protegida por las sombras de una farola rota. Perfecta.
Saltó la reja sin esfuerzo. Nadie la vio. Nadie la escuchó. Era el tipo de presencia que sólo se nota cuando está demasiado cerca.
Entró sin pedir permiso. La cerradura cedió con un chasquido casi imperceptible, casi como si la invitara.
Por dentro, olía a polvo, a viejo, al paso del tiempo.
Subió las escaleras despacio, con una mano, un dedo rozando el pasamanos, y la otra desabrochando el abrigo.
Una puerta entornada. El reflejo de un vestidor lleno de promesas. Seda, terciopelo, encaje.
— Alguien tenía buen gusto… —musitó mientras dejaba caer el abrigo al suelo tal y como la envoltura de un dulce, ahora completamente innecesario.
Y así, desnuda, entró en la habitación.
#EbonyRP
Las tres de la mañana, y ni una boutique abierta.
Ebony caminaba con esa gracia felina tan característica. Desnuda bajo un abrigo robado, con el cuello alzado y el vaho de la ciudad rozándole las mejillas. Buscó durante horas, pero Nueva York dormía, y su paciencia ya no era tan elegante como su andar.
Se detuvo frente a una casa antigua, protegida por las sombras de una farola rota. Perfecta.
Saltó la reja sin esfuerzo. Nadie la vio. Nadie la escuchó. Era el tipo de presencia que sólo se nota cuando está demasiado cerca.
Entró sin pedir permiso. La cerradura cedió con un chasquido casi imperceptible, casi como si la invitara.
Por dentro, olía a polvo, a viejo, al paso del tiempo.
Subió las escaleras despacio, con una mano, un dedo rozando el pasamanos, y la otra desabrochando el abrigo.
Una puerta entornada. El reflejo de un vestidor lleno de promesas. Seda, terciopelo, encaje.
— Alguien tenía buen gusto… —musitó mientras dejaba caer el abrigo al suelo tal y como la envoltura de un dulce, ahora completamente innecesario.
Y así, desnuda, entró en la habitación.
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