Desde lo alto, Atropos los veía correr tras algo que no sabían nombrar. Lo llamaban felicidad. Lo vestían de risas, de promesas, de brazos entrelazados. Lo vendían en canciones, lo lloraban en películas, lo buscaban en otros cuerpos.
Decían que era amor. Pero ¿cómo podían reconocerlo, si nunca lo habían sostenido con las manos limpias?

Idealizaban lo que no comprendían.
Querían sentir sin tocar el dolor, querían compañía sin exponerse, querían eternidad sin entender el precio.
Creían que amar era una forma de redención. Que bastaba con decirlo, gritarlo, tatuarlo.
Pero Atropos sabía la verdad: los humanos no amaban.
Amaban la idea de amar.

Se enamoraban de reflejos, de versiones, de momentos.
Y cuando el espejo se quebraba, no sabían qué hacer con las esquirlas.
Entonces culpaban al otro. Al mundo. A sí mismos.
Jamás a su ceguera.

Atropos, que había visto hilos unirse y romperse desde el principio de los siglos, solo pensaba lo mismo, una y otra vez:

"No puedes encontrar lo que nunca has definido. No puedes amar si no has aprendido a sentir sin condiciones."

Y sin decir nada, dejaba que sus dedos rozaran otro hilo.
Uno más que no entendió nunca lo que buscaba.
Desde lo alto, Atropos los veía correr tras algo que no sabían nombrar. Lo llamaban felicidad. Lo vestían de risas, de promesas, de brazos entrelazados. Lo vendían en canciones, lo lloraban en películas, lo buscaban en otros cuerpos. Decían que era amor. Pero ¿cómo podían reconocerlo, si nunca lo habían sostenido con las manos limpias? Idealizaban lo que no comprendían. Querían sentir sin tocar el dolor, querían compañía sin exponerse, querían eternidad sin entender el precio. Creían que amar era una forma de redención. Que bastaba con decirlo, gritarlo, tatuarlo. Pero Atropos sabía la verdad: los humanos no amaban. Amaban la idea de amar. Se enamoraban de reflejos, de versiones, de momentos. Y cuando el espejo se quebraba, no sabían qué hacer con las esquirlas. Entonces culpaban al otro. Al mundo. A sí mismos. Jamás a su ceguera. Atropos, que había visto hilos unirse y romperse desde el principio de los siglos, solo pensaba lo mismo, una y otra vez: "No puedes encontrar lo que nunca has definido. No puedes amar si no has aprendido a sentir sin condiciones." Y sin decir nada, dejaba que sus dedos rozaran otro hilo. Uno más que no entendió nunca lo que buscaba.
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