Hace años, cuando todavía era un escudero al servicio de Sir Galmoth, fuimos enviados a investigar por qué una aldea cercana a la quebrada de Drethorn había quedado en silencio. Al llegar, no encontramos más que casas vacías y cenizas aún tibias. No había cuerpos. Solo marcas arrastradas hacia un antiguo templo enterrado en la ladera, la Cripta.
Descendimos con antorchas, espada en mano, guiados por un hedor a podredumbre y hierro oxidado. Pero no eran ratas ni bandidos lo que aguardaba. Eran ellos, caballeros como nosotros, o lo que quedaba de ellos. Armaduras marchitas y negras, movidas por un juramento olvidado. Juraban proteger los secretos de un rey muerto hace siglos, uno que vendió su alma por eternidad.
Galmoth cayó primero. Ni siquiera fue combatiendo, fueron esos susurros. Voces en su mente que lo hicieron volverse contra nosotros. A los otros dos se les rajó la garganta, algo invisible acechaba, algo intocable. Yo escapé por una grieta, solo, como un cobarde, dejando atrás a mis hermanos. Debi morir allí con ellos, pero simplemente me ingoraron. Desde entonces los veo en sueños. Llamándome a regresar. A terminar lo que dejamos incompleto. Y se que algún día tendré que hacerlo.
Descendimos con antorchas, espada en mano, guiados por un hedor a podredumbre y hierro oxidado. Pero no eran ratas ni bandidos lo que aguardaba. Eran ellos, caballeros como nosotros, o lo que quedaba de ellos. Armaduras marchitas y negras, movidas por un juramento olvidado. Juraban proteger los secretos de un rey muerto hace siglos, uno que vendió su alma por eternidad.
Galmoth cayó primero. Ni siquiera fue combatiendo, fueron esos susurros. Voces en su mente que lo hicieron volverse contra nosotros. A los otros dos se les rajó la garganta, algo invisible acechaba, algo intocable. Yo escapé por una grieta, solo, como un cobarde, dejando atrás a mis hermanos. Debi morir allí con ellos, pero simplemente me ingoraron. Desde entonces los veo en sueños. Llamándome a regresar. A terminar lo que dejamos incompleto. Y se que algún día tendré que hacerlo.
Hace años, cuando todavía era un escudero al servicio de Sir Galmoth, fuimos enviados a investigar por qué una aldea cercana a la quebrada de Drethorn había quedado en silencio. Al llegar, no encontramos más que casas vacías y cenizas aún tibias. No había cuerpos. Solo marcas arrastradas hacia un antiguo templo enterrado en la ladera, la Cripta.
Descendimos con antorchas, espada en mano, guiados por un hedor a podredumbre y hierro oxidado. Pero no eran ratas ni bandidos lo que aguardaba. Eran ellos, caballeros como nosotros, o lo que quedaba de ellos. Armaduras marchitas y negras, movidas por un juramento olvidado. Juraban proteger los secretos de un rey muerto hace siglos, uno que vendió su alma por eternidad.
Galmoth cayó primero. Ni siquiera fue combatiendo, fueron esos susurros. Voces en su mente que lo hicieron volverse contra nosotros. A los otros dos se les rajó la garganta, algo invisible acechaba, algo intocable. Yo escapé por una grieta, solo, como un cobarde, dejando atrás a mis hermanos. Debi morir allí con ellos, pero simplemente me ingoraron. Desde entonces los veo en sueños. Llamándome a regresar. A terminar lo que dejamos incompleto. Y se que algún día tendré que hacerlo.


