Ella no lo amaba.
No, lo que sentía era más denso, más pegajoso.
No era amor: era hambre.

Lo observaba desde los márgenes de su mundo, desde el rincón donde los hilos se tensan y la voluntad se disuelve como azúcar en agua caliente.
Sabía todo de él:
sus horarios, su perfume, las palabras que decía sin pensar.
Y las que no decía también.

Se convirtió en sombra.
Una presencia apenas perceptible,
pero constante.
Él empezó a mirar sobre su hombro,
a cerrar las cortinas, a sentir el peso invisible de algo que no podía nombrar.
Ella solo sonreía.

Cada mensaje no respondido era una herida.
Cada silencio, una provocación.
¿Por qué no me ves?
¿Por qué no me eliges?
¿Por qué no me amas como yo te amo?

Se coló en sus redes, en su casa, en sus sueños.
Lo marcó sin tocarlo.
Lo destruyó sin levantar la voz.
La obsesión, como yo bien sé,
es un hilo que no se suelta.
Se aprieta.
Se enreda.
Y cuando ya no hay más por atar,
yo aparezco.

Y corto.
Ella no lo amaba. No, lo que sentía era más denso, más pegajoso. No era amor: era hambre. Lo observaba desde los márgenes de su mundo, desde el rincón donde los hilos se tensan y la voluntad se disuelve como azúcar en agua caliente. Sabía todo de él: sus horarios, su perfume, las palabras que decía sin pensar. Y las que no decía también. Se convirtió en sombra. Una presencia apenas perceptible, pero constante. Él empezó a mirar sobre su hombro, a cerrar las cortinas, a sentir el peso invisible de algo que no podía nombrar. Ella solo sonreía. Cada mensaje no respondido era una herida. Cada silencio, una provocación. ¿Por qué no me ves? ¿Por qué no me eliges? ¿Por qué no me amas como yo te amo? Se coló en sus redes, en su casa, en sus sueños. Lo marcó sin tocarlo. Lo destruyó sin levantar la voz. La obsesión, como yo bien sé, es un hilo que no se suelta. Se aprieta. Se enreda. Y cuando ya no hay más por atar, yo aparezco. Y corto.
Me gusta
Me encocora
5
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados