Las llamas de la fogata crepitaban suavemente, arrojando destellos dorados que danzaban sobre las sombras. Annabeth se sentaba en silencio, con las rodillas recogidas y los ojos fijos en un punto que no estaba realmente frente a ella. La gorra, que ocultaba mayor parte de su rostro, dejaba entrever su expresión relajada y de familiaridad, aquella fogata era lo único que podía mantenerla tranquila en momentos de tensión.
Las llamas de la fogata crepitaban suavemente, arrojando destellos dorados que danzaban sobre las sombras. Annabeth se sentaba en silencio, con las rodillas recogidas y los ojos fijos en un punto que no estaba realmente frente a ella. La gorra, que ocultaba mayor parte de su rostro, dejaba entrever su expresión relajada y de familiaridad, aquella fogata era lo único que podía mantenerla tranquila en momentos de tensión.
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