Volver al bosque era algo que simplemente no podía evitar.
Daba igual cuántos siglos pasaran, o cuántas veces fingiera ser un humano más.
Siempre sentía esa necesidad primitiva, esa atracción instintiva hacia la tierra que lo vio nacer.
Aquel imponente zorro no destacaba solo por su tamaño ni por el pelaje del color de la luna;
había en él algo antiguo, algo sagrado...
Con solo verlo, se comprendía que no pertenecía del todo a este mundo.
Kazuo descansaba sobre una gran roca, el pecho aún agitado tras haber recorrido su bosque en una carrera frenética.
Siempre volvía a casa para dormir,
pero aquella noche quiso quedarse un poco más.
Solo un poco.
Daba igual cuántos siglos pasaran, o cuántas veces fingiera ser un humano más.
Siempre sentía esa necesidad primitiva, esa atracción instintiva hacia la tierra que lo vio nacer.
Aquel imponente zorro no destacaba solo por su tamaño ni por el pelaje del color de la luna;
había en él algo antiguo, algo sagrado...
Con solo verlo, se comprendía que no pertenecía del todo a este mundo.
Kazuo descansaba sobre una gran roca, el pecho aún agitado tras haber recorrido su bosque en una carrera frenética.
Siempre volvía a casa para dormir,
pero aquella noche quiso quedarse un poco más.
Solo un poco.
Volver al bosque era algo que simplemente no podía evitar.
Daba igual cuántos siglos pasaran, o cuántas veces fingiera ser un humano más.
Siempre sentía esa necesidad primitiva, esa atracción instintiva hacia la tierra que lo vio nacer.
Aquel imponente zorro no destacaba solo por su tamaño ni por el pelaje del color de la luna;
había en él algo antiguo, algo sagrado...
Con solo verlo, se comprendía que no pertenecía del todo a este mundo.
Kazuo descansaba sobre una gran roca, el pecho aún agitado tras haber recorrido su bosque en una carrera frenética.
Siempre volvía a casa para dormir,
pero aquella noche quiso quedarse un poco más.
Solo un poco.
