Ubicación: El Paso, Texas.
El desierto tejano tenía esa forma cruel de hacer que el pasado pareciera más cercano. El calor se desvanecía con el atardecer, y el viejo Motel Cactus Hill emergía entre la arena como un recuerdo borroso que se negaba a morir. El neón parpadeante seguía colgado por pura terquedad. Los años no habían borrado sus huellas, solo las cubrieron con polvo.
Reina Márquez se detuvo frente a la puerta número 12, la misma de aquella noche. Su silueta se recortaba contra el cielo encendido, con el rostro sereno pero la mirada cargada de algo que no había dicho en voz alta en todo ese tiempo. Sostenía su termo como si fuera un ancla, una excusa para no encender otro cigarro, para no caer en la tentación de mirar atrás más de lo necesario.
Podría haberse ido. Podría haber ignorado el presentimiento. Pero el universo no funciona con lógica cuando hay asuntos sin cerrar, heridas que aún arden en silencio.
Se sentó en las escaleras de concreto agrietado, sin mirar hacia dentro. No esperaba nada... y al mismo tiempo, lo esperaba todo.
Porque ciertos nombres no se olvidan. Solo se guardan en el pecho como balas que no terminan de salir.
Y en algún rincón de su memoria, ella sabía que él también recordaba.
El desierto tejano tenía esa forma cruel de hacer que el pasado pareciera más cercano. El calor se desvanecía con el atardecer, y el viejo Motel Cactus Hill emergía entre la arena como un recuerdo borroso que se negaba a morir. El neón parpadeante seguía colgado por pura terquedad. Los años no habían borrado sus huellas, solo las cubrieron con polvo.
Reina Márquez se detuvo frente a la puerta número 12, la misma de aquella noche. Su silueta se recortaba contra el cielo encendido, con el rostro sereno pero la mirada cargada de algo que no había dicho en voz alta en todo ese tiempo. Sostenía su termo como si fuera un ancla, una excusa para no encender otro cigarro, para no caer en la tentación de mirar atrás más de lo necesario.
Podría haberse ido. Podría haber ignorado el presentimiento. Pero el universo no funciona con lógica cuando hay asuntos sin cerrar, heridas que aún arden en silencio.
Se sentó en las escaleras de concreto agrietado, sin mirar hacia dentro. No esperaba nada... y al mismo tiempo, lo esperaba todo.
Porque ciertos nombres no se olvidan. Solo se guardan en el pecho como balas que no terminan de salir.
Y en algún rincón de su memoria, ella sabía que él también recordaba.
Ubicación: El Paso, Texas.
El desierto tejano tenía esa forma cruel de hacer que el pasado pareciera más cercano. El calor se desvanecía con el atardecer, y el viejo Motel Cactus Hill emergía entre la arena como un recuerdo borroso que se negaba a morir. El neón parpadeante seguía colgado por pura terquedad. Los años no habían borrado sus huellas, solo las cubrieron con polvo.
Reina Márquez se detuvo frente a la puerta número 12, la misma de aquella noche. Su silueta se recortaba contra el cielo encendido, con el rostro sereno pero la mirada cargada de algo que no había dicho en voz alta en todo ese tiempo. Sostenía su termo como si fuera un ancla, una excusa para no encender otro cigarro, para no caer en la tentación de mirar atrás más de lo necesario.
Podría haberse ido. Podría haber ignorado el presentimiento. Pero el universo no funciona con lógica cuando hay asuntos sin cerrar, heridas que aún arden en silencio.
Se sentó en las escaleras de concreto agrietado, sin mirar hacia dentro. No esperaba nada... y al mismo tiempo, lo esperaba todo.
Porque ciertos nombres no se olvidan. Solo se guardan en el pecho como balas que no terminan de salir.
Y en algún rincón de su memoria, ella sabía que él también recordaba.

