Ella no sabía amar.
No por decisión, sino por naturaleza.
Su alma no conocía el temblor de una caricia ni el vértigo de la ternura.
Los sentimientos le resbalaban, como el agua sobre una piedra antigua.
Pero las sensaciones… esas sí las conocía.
Y a veces, dolían más.

No sabía nombrarlo, pero algo se quebraba cuando esa presencia se desvanecía.
No era tristeza, era una ausencia con filo, un silencio que calaba hasta los huesos.
La casa seguía siendo la misma,
pero el aire perdía su tibieza,
las paredes se volvían ajenas,
y su sombra, más larga.

No era amor, no podía serlo.
El amor era para quienes sentían.
Ella solo percibía el hueco, el eco de algo que nunca supo abrazar.

No lloraba por ella, pero el mundo perdía color cuando no estaba.
No anhelaba su voz, pero el silencio pesaba como una losa sin nombre.

Era como si su presencia ordenara el caos.
Como si sin ella, todo regresara al principio:
al vacío.
A ese lugar frío donde nada duele, pero todo falta.

Ella no sabía amar.
Pero entendía la pérdida.
Y en esa grieta muda, quizá se escondía lo más cercano a un corazón.
Ella no sabía amar. No por decisión, sino por naturaleza. Su alma no conocía el temblor de una caricia ni el vértigo de la ternura. Los sentimientos le resbalaban, como el agua sobre una piedra antigua. Pero las sensaciones… esas sí las conocía. Y a veces, dolían más. No sabía nombrarlo, pero algo se quebraba cuando esa presencia se desvanecía. No era tristeza, era una ausencia con filo, un silencio que calaba hasta los huesos. La casa seguía siendo la misma, pero el aire perdía su tibieza, las paredes se volvían ajenas, y su sombra, más larga. No era amor, no podía serlo. El amor era para quienes sentían. Ella solo percibía el hueco, el eco de algo que nunca supo abrazar. No lloraba por ella, pero el mundo perdía color cuando no estaba. No anhelaba su voz, pero el silencio pesaba como una losa sin nombre. Era como si su presencia ordenara el caos. Como si sin ella, todo regresara al principio: al vacío. A ese lugar frío donde nada duele, pero todo falta. Ella no sabía amar. Pero entendía la pérdida. Y en esa grieta muda, quizá se escondía lo más cercano a un corazón.
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