La bodega olía a hierro y encierro.**
John se sacudía los guantes azules mientras Jerry, con su camisa floreada y sonrisa falsa, intentaba zafarse.
—¿Y bien? —dijo John, seco como el concreto bajo sus botas—. Lo pactado eran cincuenta por cada uno. Doble por el de traje.
Jerry soltó una carcajada fingida.
—Las cosas cambiaron, John. Tu trabajo no era lo que esperaba. Igual hiciste tu parte… pero el pago será otro día.
John lo miró. Ni enfado, ni sorpresa. Solo silencio.
Asintió con la cabeza.
—Claro. Otro día.
Y se fue.
---
**A la mañana siguiente.**
Frente a la jefatura del distrito 8, tres grandes **bolsas negras** esperaban a ser notadas.
Dentro, los cuerpos.
Pero no solo eso. Una **carpeta de evidencia completa**, impecablemente organizada: registros financieros, ubicaciones, mensajes de voz, videos donde Jerry ordenaba los crímenes, incluso facturas.
Todo.
Lo suficiente no solo para incriminarlo, sino para hacerlo ver como el ejecutor directo.
En la sala de interrogación, Jerry gritaba, desencajado.
—¡Eso no estaba allí! ¡Ese almacén estaba limpio, maldita sea! ¡Esto es una trampa!
—Tranquilo, Jerry —dijo el detective Mace, hojeando los documentos—. ¿Seguro que no tienes enemigos más listos que tú?
—¡Fue él! ¡Fue ese tipo, John!
Mace alzó una ceja.
—¿El padre soltero? ¿Sin vínculos? ¿Que entró y salió sin dejar rastro, sin una cámara activa, sin una huella?- el detective se masajeo el puente de la nariz -aunque si es un tipo extraño ese Doe—cerró la carpeta de golpe—, Jerry. Tú hiciste esto.
---
**A kilómetros de ahí**, John se lavaba las manos en un baño de gasolinera, el agua manchada apenas por una pizca de aceite viejo.
Se miró al espejo y murmuró:
—idiota orgulloso.
John se sacudía los guantes azules mientras Jerry, con su camisa floreada y sonrisa falsa, intentaba zafarse.
—¿Y bien? —dijo John, seco como el concreto bajo sus botas—. Lo pactado eran cincuenta por cada uno. Doble por el de traje.
Jerry soltó una carcajada fingida.
—Las cosas cambiaron, John. Tu trabajo no era lo que esperaba. Igual hiciste tu parte… pero el pago será otro día.
John lo miró. Ni enfado, ni sorpresa. Solo silencio.
Asintió con la cabeza.
—Claro. Otro día.
Y se fue.
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**A la mañana siguiente.**
Frente a la jefatura del distrito 8, tres grandes **bolsas negras** esperaban a ser notadas.
Dentro, los cuerpos.
Pero no solo eso. Una **carpeta de evidencia completa**, impecablemente organizada: registros financieros, ubicaciones, mensajes de voz, videos donde Jerry ordenaba los crímenes, incluso facturas.
Todo.
Lo suficiente no solo para incriminarlo, sino para hacerlo ver como el ejecutor directo.
En la sala de interrogación, Jerry gritaba, desencajado.
—¡Eso no estaba allí! ¡Ese almacén estaba limpio, maldita sea! ¡Esto es una trampa!
—Tranquilo, Jerry —dijo el detective Mace, hojeando los documentos—. ¿Seguro que no tienes enemigos más listos que tú?
—¡Fue él! ¡Fue ese tipo, John!
Mace alzó una ceja.
—¿El padre soltero? ¿Sin vínculos? ¿Que entró y salió sin dejar rastro, sin una cámara activa, sin una huella?- el detective se masajeo el puente de la nariz -aunque si es un tipo extraño ese Doe—cerró la carpeta de golpe—, Jerry. Tú hiciste esto.
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**A kilómetros de ahí**, John se lavaba las manos en un baño de gasolinera, el agua manchada apenas por una pizca de aceite viejo.
Se miró al espejo y murmuró:
—idiota orgulloso.
La bodega olía a hierro y encierro.**
John se sacudía los guantes azules mientras Jerry, con su camisa floreada y sonrisa falsa, intentaba zafarse.
—¿Y bien? —dijo John, seco como el concreto bajo sus botas—. Lo pactado eran cincuenta por cada uno. Doble por el de traje.
Jerry soltó una carcajada fingida.
—Las cosas cambiaron, John. Tu trabajo no era lo que esperaba. Igual hiciste tu parte… pero el pago será otro día.
John lo miró. Ni enfado, ni sorpresa. Solo silencio.
Asintió con la cabeza.
—Claro. Otro día.
Y se fue.
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**A la mañana siguiente.**
Frente a la jefatura del distrito 8, tres grandes **bolsas negras** esperaban a ser notadas.
Dentro, los cuerpos.
Pero no solo eso. Una **carpeta de evidencia completa**, impecablemente organizada: registros financieros, ubicaciones, mensajes de voz, videos donde Jerry ordenaba los crímenes, incluso facturas.
Todo.
Lo suficiente no solo para incriminarlo, sino para hacerlo ver como el ejecutor directo.
En la sala de interrogación, Jerry gritaba, desencajado.
—¡Eso no estaba allí! ¡Ese almacén estaba limpio, maldita sea! ¡Esto es una trampa!
—Tranquilo, Jerry —dijo el detective Mace, hojeando los documentos—. ¿Seguro que no tienes enemigos más listos que tú?
—¡Fue él! ¡Fue ese tipo, John!
Mace alzó una ceja.
—¿El padre soltero? ¿Sin vínculos? ¿Que entró y salió sin dejar rastro, sin una cámara activa, sin una huella?- el detective se masajeo el puente de la nariz -aunque si es un tipo extraño ese Doe—cerró la carpeta de golpe—, Jerry. Tú hiciste esto.
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**A kilómetros de ahí**, John se lavaba las manos en un baño de gasolinera, el agua manchada apenas por una pizca de aceite viejo.
Se miró al espejo y murmuró:
—idiota orgulloso.
