เผ’โ˜ฌั€ะตะบะพะฝัั‚ั€ัƒะบั†ะธัโ˜ฌเผ’

๐’๐ข ๐ฆ๐ข ๐ฆ๐ž๐ฆ๐จ๐ซ๐ข๐š ๐ง๐จ ๐ž๐ฌ๐ญ๐ฎ๐ฏ๐ข๐ž๐ซ๐š ๐ญ๐š๐ง ๐ฃ๐จ๐๐ข๐๐š, ๐ง๐จ ๐จ๐ฅ๐ฏ๐ข๐๐š๐ซí๐š ๐ญ๐ฎ ๐ง๐จ๐ฆ๐›๐ซ๐ž, ๐ฉ๐ž๐ช๐ฎ๐žñ๐š... ๐‹๐จ ๐ฌ๐ข๐ž๐ง๐ญ๐จ ๐ฉ๐จ๐ซ ๐ž๐ฌ๐จ.

La gata pareció entender, de una forma casi imposible. Su hocico cálido se deslizó por su mejilla antes de dejar una breve lamida en la punta de su nariz. Un gesto simple. Calmante. Como si buscara aplacar el caos que llevaba dentro.

Ser secuestrado. Torturado con una crueldad que su cuerpo aún recordaba. Y encima, perder años enteros de memoria.
No era solo molesto. Era una forma distinta de tortura.

Un fracaso. Absoluto.

Kiev no reaccionó hasta que el felino cruzó la puerta. Solo entonces apartó la mirada, ya enturbiada, y se dejó caer en el sillón de la sala. Sentía cada parte de su cuerpo como una carga. La cabeza fue hacia atrás con un suspiro que no aliviaba nada. Su mano apretó el bastón con fuerza. No por necesidad… por obstinación. Por mantenerse en pie.

No pensaba depender de él por mucho tiempo. El cuerpo sanaría. Lento, sí, pero constante. Y en cuanto estuviera listo, lo dejaría atrás. Como todo lo demás.

La habitación se mantuvo en silencio. Pero su mente, no.

Las palabras de Ryan aún flotaban en el aire. Pegajosas. Incómodas. Como moho sobre las paredes.

"había alguien"

Un chasquido seco interrumpió sus pensamientos: el nudillo golpeando sin querer la parte metálica del bastón.

¿Algo más? ¿Él? ¿Kiev?

La idea le resultaba irrisoria. Incluso ofensiva.

Había vivido entre pólvora, sangre y mentiras demasiado tiempo como para haberse creído capaz de anhelar algo así. Un futuro. Una vida compartida. No era el tipo de hombre que buscaba vínculos. O eso creía.

¿Y por qué demonios no lo recordaba?

La imagen de Ryan regresó con su mezcla de culpa y agotamiento. No parecía estar fingiendo. Y eso lo hacía más difícil de aceptar.

Porque si era verdad…

Entonces alguien se había acercado.
Demasiado.
Había estado dentro.
Y lo había dejado.

El pecho ardía. No de dolor físico. Era algo más crudo, más oscuro. Una furia muda, dirigida a una figura sin rostro. A una presencia que se sentía como una amenaza… y, al mismo tiempo, como una ausencia que dolía más de lo que admitía.

"Te abandonó apenas pudo."

Por supuesto.
Era lógico.
¿Quién se quedaría con alguien como él?

Y sin embargo, algo se resistía. Una sensación difusa. Una idea de paz que alguna vez pudo haber tenido. Un eco. Inalcanzable. Tan leve como un susurro entre ruinas.

Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo. Hurgar en el pasado no traía nada. Especialmente cuando estaba podrido. Mejor dejarlo enterrado.

Se incorporó. Cada músculo se quejaba, pero no se detuvo. Caminó hacia el ventanal. La luz de la tarde se apagaba poco a poco, como si el día también quisiera olvidar.

—Estás muerto, Kiev —murmuró con voz baja—. Lo que vino antes no importa.

Tenía que seguir. Mantenerse firme. Retomar el control de lo que quedaba.

Rubí se había ido quien sabe donde. Marcos solo le dejó informes de personas que el italiano había mandado. Según Ryan, eran figuras clave en su vida antes del secuestro.

Ahora solo eran desconocidos en papeles sin alma.

Pero debía comenzar por ahí.

Poner orden. Recordar lo que pudiera.
Después de todo, esto no era un juego.
Y en la mafia, la ignorancia era una condena.
เผ’โ˜ฌั€ะตะบะพะฝัั‚ั€ัƒะบั†ะธัโ˜ฌเผ’ ๐’๐ข ๐ฆ๐ข ๐ฆ๐ž๐ฆ๐จ๐ซ๐ข๐š ๐ง๐จ ๐ž๐ฌ๐ญ๐ฎ๐ฏ๐ข๐ž๐ซ๐š ๐ญ๐š๐ง ๐ฃ๐จ๐๐ข๐๐š, ๐ง๐จ ๐จ๐ฅ๐ฏ๐ข๐๐š๐ซí๐š ๐ญ๐ฎ ๐ง๐จ๐ฆ๐›๐ซ๐ž, ๐ฉ๐ž๐ช๐ฎ๐žñ๐š... ๐‹๐จ ๐ฌ๐ข๐ž๐ง๐ญ๐จ ๐ฉ๐จ๐ซ ๐ž๐ฌ๐จ. La gata pareció entender, de una forma casi imposible. Su hocico cálido se deslizó por su mejilla antes de dejar una breve lamida en la punta de su nariz. Un gesto simple. Calmante. Como si buscara aplacar el caos que llevaba dentro. Ser secuestrado. Torturado con una crueldad que su cuerpo aún recordaba. Y encima, perder años enteros de memoria. No era solo molesto. Era una forma distinta de tortura. Un fracaso. Absoluto. Kiev no reaccionó hasta que el felino cruzó la puerta. Solo entonces apartó la mirada, ya enturbiada, y se dejó caer en el sillón de la sala. Sentía cada parte de su cuerpo como una carga. La cabeza fue hacia atrás con un suspiro que no aliviaba nada. Su mano apretó el bastón con fuerza. No por necesidad… por obstinación. Por mantenerse en pie. No pensaba depender de él por mucho tiempo. El cuerpo sanaría. Lento, sí, pero constante. Y en cuanto estuviera listo, lo dejaría atrás. Como todo lo demás. La habitación se mantuvo en silencio. Pero su mente, no. Las palabras de Ryan aún flotaban en el aire. Pegajosas. Incómodas. Como moho sobre las paredes. "había alguien" Un chasquido seco interrumpió sus pensamientos: el nudillo golpeando sin querer la parte metálica del bastón. ¿Algo más? ¿Él? ¿Kiev? La idea le resultaba irrisoria. Incluso ofensiva. Había vivido entre pólvora, sangre y mentiras demasiado tiempo como para haberse creído capaz de anhelar algo así. Un futuro. Una vida compartida. No era el tipo de hombre que buscaba vínculos. O eso creía. ¿Y por qué demonios no lo recordaba? La imagen de Ryan regresó con su mezcla de culpa y agotamiento. No parecía estar fingiendo. Y eso lo hacía más difícil de aceptar. Porque si era verdad… Entonces alguien se había acercado. Demasiado. Había estado dentro. Y lo había dejado. El pecho ardía. No de dolor físico. Era algo más crudo, más oscuro. Una furia muda, dirigida a una figura sin rostro. A una presencia que se sentía como una amenaza… y, al mismo tiempo, como una ausencia que dolía más de lo que admitía. "Te abandonó apenas pudo." Por supuesto. Era lógico. ¿Quién se quedaría con alguien como él? Y sin embargo, algo se resistía. Una sensación difusa. Una idea de paz que alguna vez pudo haber tenido. Un eco. Inalcanzable. Tan leve como un susurro entre ruinas. Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo. Hurgar en el pasado no traía nada. Especialmente cuando estaba podrido. Mejor dejarlo enterrado. Se incorporó. Cada músculo se quejaba, pero no se detuvo. Caminó hacia el ventanal. La luz de la tarde se apagaba poco a poco, como si el día también quisiera olvidar. —Estás muerto, Kiev —murmuró con voz baja—. Lo que vino antes no importa. Tenía que seguir. Mantenerse firme. Retomar el control de lo que quedaba. Rubí se había ido quien sabe donde. Marcos solo le dejó informes de personas que el italiano había mandado. Según Ryan, eran figuras clave en su vida antes del secuestro. Ahora solo eran desconocidos en papeles sin alma. Pero debía comenzar por ahí. Poner orden. Recordar lo que pudiera. Después de todo, esto no era un juego. Y en la mafia, la ignorancia era una condena.
Me gusta
Me encocora
Me endiabla
Me shockea
Me entristece
23
4 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados