El silencio del baño era espeso, roto solo por el chirrido de la esponja deslizándose sobre el espejo. Gotas secas de un líquido rojizo se resistían a desaparecer, manchando el reflejo de John como si quisieran recordarle lo que había ocurrido ahí. Con una precisión mecánica, restregaba el cristal mientras el olor a desinfectante comenzaba a opacar al del cobre.
Jack Hammer, de pie junto al umbral, observaba en silencio. Su traje blanco contrastaba brutalmente con las baldosas sucias y la atmósfera densa del lugar. Sus zapatos hacían un leve eco cada vez que cambiaba el peso de un pie a otro.
—Hay sectores nuevos —dijo finalmente, sin rodeos—. Podrías expandir tu rango. Más trabajo. Mejor pagado. Gente que necesita a alguien como tú.
John no dejó de limpiar. El reflejo de sus ojos dorados lo miraba desde el espejo mientras tallaba con más fuerza una mancha particularmente rebelde.
—No estoy interesado.
Jack dio un paso dentro del baño, esquivando cuidadosamente un charco ya parcialmente absorbido por las toallas industriales.
—No puedes pasarte la vida atrapado en escenas como esta. Eres bueno. Demasiado bueno para quedarte limitado a limpiar los desastres de otros.
John se detuvo. No lo miró, pero su voz bajó de tono.
—Y tú sabes por qué prefiero quedarme aquí. Aquí nadie hace preguntas. Nadie me mira dos veces. Solo soy el tipo que borra lo que queda.
Jack frunció los labios. Estaba acostumbrado a negociar, a presionar, pero con John siempre había límites invisibles. Límites que respetaba, porque se los había ganado.
—Está bien —cedió finalmente, cruzando los brazos—. No más ofertas. Pero necesito un favor. Esta noche hay una reunión. No es trabajo, no tendrás que limpiar nada. Solo... necesito que estés ahí. La gente actúa diferente cuando estás tú. Y confío en ti más que en cualquiera de mis hombres.
John volvió a mojar la esponja en el balde, tallando en círculos. Su reflejo mostraba una mueca cansada, como si el día le pesara más de lo normal.
—¿Una reunión, eh? ¿De las que terminan con más manchas en el espejo?
—No si tú estás ahí —respondió Jack, sonriendo con ironía.
El joven limpió la última esquina del vidrio y, satisfecho, dejó caer la esponja al balde. Se volvió finalmente hacia Jack, sacándose los guantes uno por uno.
—Está bien. Pero no esperes que hable. Solo estaré.
Jack asintió con alivio. Dio media vuelta para irse, pero justo antes de salir, se detuvo en el marco de la puerta y lo miró por encima del hombro.
—Gracias por esto, Corvac.
El nombre cayó como una piedra en el agua, haciendo eco en el pequeño baño. John se quedó inmóvil unos segundos. Luego se encogió de hombros, tomó el balde y murmuró:
—No digas eso en voz alta, viejo. Los espejos escuchan.
Y mientras Jack se alejaba por el pasillo, John apagó la luz del baño, dejando atrás otro reflejo limpio... y un pasado que no terminaba de desaparecer.
Jack Hammer, de pie junto al umbral, observaba en silencio. Su traje blanco contrastaba brutalmente con las baldosas sucias y la atmósfera densa del lugar. Sus zapatos hacían un leve eco cada vez que cambiaba el peso de un pie a otro.
—Hay sectores nuevos —dijo finalmente, sin rodeos—. Podrías expandir tu rango. Más trabajo. Mejor pagado. Gente que necesita a alguien como tú.
John no dejó de limpiar. El reflejo de sus ojos dorados lo miraba desde el espejo mientras tallaba con más fuerza una mancha particularmente rebelde.
—No estoy interesado.
Jack dio un paso dentro del baño, esquivando cuidadosamente un charco ya parcialmente absorbido por las toallas industriales.
—No puedes pasarte la vida atrapado en escenas como esta. Eres bueno. Demasiado bueno para quedarte limitado a limpiar los desastres de otros.
John se detuvo. No lo miró, pero su voz bajó de tono.
—Y tú sabes por qué prefiero quedarme aquí. Aquí nadie hace preguntas. Nadie me mira dos veces. Solo soy el tipo que borra lo que queda.
Jack frunció los labios. Estaba acostumbrado a negociar, a presionar, pero con John siempre había límites invisibles. Límites que respetaba, porque se los había ganado.
—Está bien —cedió finalmente, cruzando los brazos—. No más ofertas. Pero necesito un favor. Esta noche hay una reunión. No es trabajo, no tendrás que limpiar nada. Solo... necesito que estés ahí. La gente actúa diferente cuando estás tú. Y confío en ti más que en cualquiera de mis hombres.
John volvió a mojar la esponja en el balde, tallando en círculos. Su reflejo mostraba una mueca cansada, como si el día le pesara más de lo normal.
—¿Una reunión, eh? ¿De las que terminan con más manchas en el espejo?
—No si tú estás ahí —respondió Jack, sonriendo con ironía.
El joven limpió la última esquina del vidrio y, satisfecho, dejó caer la esponja al balde. Se volvió finalmente hacia Jack, sacándose los guantes uno por uno.
—Está bien. Pero no esperes que hable. Solo estaré.
Jack asintió con alivio. Dio media vuelta para irse, pero justo antes de salir, se detuvo en el marco de la puerta y lo miró por encima del hombro.
—Gracias por esto, Corvac.
El nombre cayó como una piedra en el agua, haciendo eco en el pequeño baño. John se quedó inmóvil unos segundos. Luego se encogió de hombros, tomó el balde y murmuró:
—No digas eso en voz alta, viejo. Los espejos escuchan.
Y mientras Jack se alejaba por el pasillo, John apagó la luz del baño, dejando atrás otro reflejo limpio... y un pasado que no terminaba de desaparecer.
El silencio del baño era espeso, roto solo por el chirrido de la esponja deslizándose sobre el espejo. Gotas secas de un líquido rojizo se resistían a desaparecer, manchando el reflejo de John como si quisieran recordarle lo que había ocurrido ahí. Con una precisión mecánica, restregaba el cristal mientras el olor a desinfectante comenzaba a opacar al del cobre.
Jack Hammer, de pie junto al umbral, observaba en silencio. Su traje blanco contrastaba brutalmente con las baldosas sucias y la atmósfera densa del lugar. Sus zapatos hacían un leve eco cada vez que cambiaba el peso de un pie a otro.
—Hay sectores nuevos —dijo finalmente, sin rodeos—. Podrías expandir tu rango. Más trabajo. Mejor pagado. Gente que necesita a alguien como tú.
John no dejó de limpiar. El reflejo de sus ojos dorados lo miraba desde el espejo mientras tallaba con más fuerza una mancha particularmente rebelde.
—No estoy interesado.
Jack dio un paso dentro del baño, esquivando cuidadosamente un charco ya parcialmente absorbido por las toallas industriales.
—No puedes pasarte la vida atrapado en escenas como esta. Eres bueno. Demasiado bueno para quedarte limitado a limpiar los desastres de otros.
John se detuvo. No lo miró, pero su voz bajó de tono.
—Y tú sabes por qué prefiero quedarme aquí. Aquí nadie hace preguntas. Nadie me mira dos veces. Solo soy el tipo que borra lo que queda.
Jack frunció los labios. Estaba acostumbrado a negociar, a presionar, pero con John siempre había límites invisibles. Límites que respetaba, porque se los había ganado.
—Está bien —cedió finalmente, cruzando los brazos—. No más ofertas. Pero necesito un favor. Esta noche hay una reunión. No es trabajo, no tendrás que limpiar nada. Solo... necesito que estés ahí. La gente actúa diferente cuando estás tú. Y confío en ti más que en cualquiera de mis hombres.
John volvió a mojar la esponja en el balde, tallando en círculos. Su reflejo mostraba una mueca cansada, como si el día le pesara más de lo normal.
—¿Una reunión, eh? ¿De las que terminan con más manchas en el espejo?
—No si tú estás ahí —respondió Jack, sonriendo con ironía.
El joven limpió la última esquina del vidrio y, satisfecho, dejó caer la esponja al balde. Se volvió finalmente hacia Jack, sacándose los guantes uno por uno.
—Está bien. Pero no esperes que hable. Solo estaré.
Jack asintió con alivio. Dio media vuelta para irse, pero justo antes de salir, se detuvo en el marco de la puerta y lo miró por encima del hombro.
—Gracias por esto, Corvac.
El nombre cayó como una piedra en el agua, haciendo eco en el pequeño baño. John se quedó inmóvil unos segundos. Luego se encogió de hombros, tomó el balde y murmuró:
—No digas eso en voz alta, viejo. Los espejos escuchan.
Y mientras Jack se alejaba por el pasillo, John apagó la luz del baño, dejando atrás otro reflejo limpio... y un pasado que no terminaba de desaparecer.
