Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Tenlo en cuenta al responder.
En una noche imposible ocurrió.

Morfeo soñó.

No lo entendió al principio. Fue como caer en un abismo hecho de dulzura. Un campo de trigo bajo un cielo violeta, un susurro que no venía de ningún mortal. Y ella estaba allí. Esperándolo.

Una chica.

No tenía nombre, pero su risa era un himno que parecía haber existido antes que el tiempo. Tenía los ojos llenos de luz y la piel hecha de recuerdo. Caminaba descalza por su sueño como si supiera exactamente dónde estaba. Como si el sueño fuera suyo, no de él.

—¿Quién eres? —le preguntó Morfeo, sin voz.

—La pregunta no es esa —respondió ella, tocándole el pecho. —La pregunta es: ¿por qué me soñaste?—

Él despertó antes de poder responderse. Pero cada noche, volvía a soñar con ella.

Nunca en el mismo lugar. A veces era una biblioteca sin techo, otras un puente sobre un río que fluía hacia el cielo. Ella siempre estaba ahí, distinta pero igual. Siempre con esa tristeza leve en la mirada. Como si supiera que no era real.

Morfeo buscó entre los sueños de todos los mortales, tratando de encontrarla. Un rastro, una chispa, un eco. Nada. No existía en ninguna mente humana. Nadie la había soñado antes.

Entonces lo entendió: la había creado él, sin saberlo.
Ella era su sueño. Su anhelo.
La chica que no existe.

Desde entonces, Morfeo guarda ese sueño como un secreto. La ve cada noche y sabe que, al despertar, ella desaparecerá. Pero no puede dejar de buscarla, de amarla, de soñarla.

Porque incluso los dioses, alguna vez, sueñan con lo imposible.
En una noche imposible ocurrió. Morfeo soñó. No lo entendió al principio. Fue como caer en un abismo hecho de dulzura. Un campo de trigo bajo un cielo violeta, un susurro que no venía de ningún mortal. Y ella estaba allí. Esperándolo. Una chica. No tenía nombre, pero su risa era un himno que parecía haber existido antes que el tiempo. Tenía los ojos llenos de luz y la piel hecha de recuerdo. Caminaba descalza por su sueño como si supiera exactamente dónde estaba. Como si el sueño fuera suyo, no de él. —¿Quién eres? —le preguntó Morfeo, sin voz. —La pregunta no es esa —respondió ella, tocándole el pecho. —La pregunta es: ¿por qué me soñaste?— Él despertó antes de poder responderse. Pero cada noche, volvía a soñar con ella. Nunca en el mismo lugar. A veces era una biblioteca sin techo, otras un puente sobre un río que fluía hacia el cielo. Ella siempre estaba ahí, distinta pero igual. Siempre con esa tristeza leve en la mirada. Como si supiera que no era real. Morfeo buscó entre los sueños de todos los mortales, tratando de encontrarla. Un rastro, una chispa, un eco. Nada. No existía en ninguna mente humana. Nadie la había soñado antes. Entonces lo entendió: la había creado él, sin saberlo. Ella era su sueño. Su anhelo. La chica que no existe. Desde entonces, Morfeo guarda ese sueño como un secreto. La ve cada noche y sabe que, al despertar, ella desaparecerá. Pero no puede dejar de buscarla, de amarla, de soñarla. Porque incluso los dioses, alguna vez, sueñan con lo imposible.
Me encocora
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