El humo espeso flotaba sobre el escenario del Raven’s Nest, un bar escondido en los callejones de la ciudad, donde las almas rotas y los corazones furiosos encontraban su santuario. La luz era tenue, rojiza, apenas iluminando a los músicos sobre la tarima. Milenka, con su chaqueta de cuero colgando de un hombro y la guitarra colgando baja, se acercó al micrófono.

La multitud murmuraba, pero se hizo silencio en cuanto las primeras notas desgarradas de Snuff comenzaron a sonar.

Ella cerró los ojos.

— "Bury all your secrets in my skin..."

Su voz no imitaba; dolía. No era una copia. Era un lamento propio, nacido de sus cicatrices. La forma en que sostuvo las palabras, cómo se quebraban a medida que avanzaba… la canción dejó de ser de Slipknot. Por esos minutos, fue solo de ella.

Algunos en la audiencia tenían los ojos vidriosos. Otros apretaban las manos contra el pecho. Incluso los tipos más duros, los que vivían en el filo de la noche, bajaron la cabeza.

Cuando terminó el último acorde, el silencio pesó más que los aplausos. Entonces Milenka bajó la guitarra, asintió con una media sonrisa apenas visible, y descendió del escenario.

Se abrió paso entre la gente sin esfuerzo. Todos la miraban, pero nadie se atrevía a detenerla. Como una sombra con brillo propio, llegó a la barra, se dejó caer en el taburete de siempre y alzó dos dedos al camarero.

— Una cerveza, Sasha. De las que raspan.

Sasha le sirvió sin decir nada. Ella alzó la botella en solitario, como brindando con los fantasmas que aún cantaban en su garganta.
El humo espeso flotaba sobre el escenario del Raven’s Nest, un bar escondido en los callejones de la ciudad, donde las almas rotas y los corazones furiosos encontraban su santuario. La luz era tenue, rojiza, apenas iluminando a los músicos sobre la tarima. Milenka, con su chaqueta de cuero colgando de un hombro y la guitarra colgando baja, se acercó al micrófono. La multitud murmuraba, pero se hizo silencio en cuanto las primeras notas desgarradas de Snuff comenzaron a sonar. Ella cerró los ojos. — "Bury all your secrets in my skin..." Su voz no imitaba; dolía. No era una copia. Era un lamento propio, nacido de sus cicatrices. La forma en que sostuvo las palabras, cómo se quebraban a medida que avanzaba… la canción dejó de ser de Slipknot. Por esos minutos, fue solo de ella. Algunos en la audiencia tenían los ojos vidriosos. Otros apretaban las manos contra el pecho. Incluso los tipos más duros, los que vivían en el filo de la noche, bajaron la cabeza. Cuando terminó el último acorde, el silencio pesó más que los aplausos. Entonces Milenka bajó la guitarra, asintió con una media sonrisa apenas visible, y descendió del escenario. Se abrió paso entre la gente sin esfuerzo. Todos la miraban, pero nadie se atrevía a detenerla. Como una sombra con brillo propio, llegó a la barra, se dejó caer en el taburete de siempre y alzó dos dedos al camarero. — Una cerveza, Sasha. De las que raspan. Sasha le sirvió sin decir nada. Ella alzó la botella en solitario, como brindando con los fantasmas que aún cantaban en su garganta.
Me gusta
3
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados