✎Ella daba más de lo que tenía.
Le entregaba su alma en pequeñas ofrendas diarias:
una broma mal ensayada para hacerlo reír,una mirada atenta en medio del caos,
una paciencia que dolía como cicatriz mal cerrada.
Y él…él giraba el rostro como si su presencia fuera viento:
útil, necesaria, pero invisible.
La trataba como quien sabe que alguien no se irá,como quien ha olvidado el valor de lo que no teme perder.
Le bastaban sus sonrisas breves,
migajas de afecto caídas de una mesa que nunca fue para dos.
Y ella, creyente testaruda del quizás,
seguía poniendo flores en un altar vacío,
esperando un milagro de carne y ternura.
Pero hasta la tierra fértil se cansa de llover.
Hasta el hilo más fino se corta si lo tensas sin cuidado.
Él no ve que los ojos que lo miraban como universo
ahora lo observan como un eclipse:
bello, sí,pero efímero.
Porque llega un día,
uno cualquiera,
en que el corazón deja de latir por inercia
y comienza a hacerlo por amor propio.
Y cuando se dé cuenta…
cuando extienda la mano buscando su calor,cuando mire a los lados esperando su risa,ya será tarde.
Ella no gritará.
No llorará.
No dejará notas.
Solo el silencio le responderá,
ese que él mismo enseñó a cultivar
cada vez que ignoró su risa,
su esfuerzo,su amor.
Y entonces,quedará solo.
Como siempre debió estar.
Le entregaba su alma en pequeñas ofrendas diarias:
una broma mal ensayada para hacerlo reír,una mirada atenta en medio del caos,
una paciencia que dolía como cicatriz mal cerrada.
Y él…él giraba el rostro como si su presencia fuera viento:
útil, necesaria, pero invisible.
La trataba como quien sabe que alguien no se irá,como quien ha olvidado el valor de lo que no teme perder.
Le bastaban sus sonrisas breves,
migajas de afecto caídas de una mesa que nunca fue para dos.
Y ella, creyente testaruda del quizás,
seguía poniendo flores en un altar vacío,
esperando un milagro de carne y ternura.
Pero hasta la tierra fértil se cansa de llover.
Hasta el hilo más fino se corta si lo tensas sin cuidado.
Él no ve que los ojos que lo miraban como universo
ahora lo observan como un eclipse:
bello, sí,pero efímero.
Porque llega un día,
uno cualquiera,
en que el corazón deja de latir por inercia
y comienza a hacerlo por amor propio.
Y cuando se dé cuenta…
cuando extienda la mano buscando su calor,cuando mire a los lados esperando su risa,ya será tarde.
Ella no gritará.
No llorará.
No dejará notas.
Solo el silencio le responderá,
ese que él mismo enseñó a cultivar
cada vez que ignoró su risa,
su esfuerzo,su amor.
Y entonces,quedará solo.
Como siempre debió estar.
✎Ella daba más de lo que tenía.
Le entregaba su alma en pequeñas ofrendas diarias:
una broma mal ensayada para hacerlo reír,una mirada atenta en medio del caos,
una paciencia que dolía como cicatriz mal cerrada.
Y él…él giraba el rostro como si su presencia fuera viento:
útil, necesaria, pero invisible.
La trataba como quien sabe que alguien no se irá,como quien ha olvidado el valor de lo que no teme perder.
Le bastaban sus sonrisas breves,
migajas de afecto caídas de una mesa que nunca fue para dos.
Y ella, creyente testaruda del quizás,
seguía poniendo flores en un altar vacío,
esperando un milagro de carne y ternura.
Pero hasta la tierra fértil se cansa de llover.
Hasta el hilo más fino se corta si lo tensas sin cuidado.
Él no ve que los ojos que lo miraban como universo
ahora lo observan como un eclipse:
bello, sí,pero efímero.
Porque llega un día,
uno cualquiera,
en que el corazón deja de latir por inercia
y comienza a hacerlo por amor propio.
Y cuando se dé cuenta…
cuando extienda la mano buscando su calor,cuando mire a los lados esperando su risa,ya será tarde.
Ella no gritará.
No llorará.
No dejará notas.
Solo el silencio le responderá,
ese que él mismo enseñó a cultivar
cada vez que ignoró su risa,
su esfuerzo,su amor.
Y entonces,quedará solo.
Como siempre debió estar.

